La dependencia de la economía mexicana respecto al desempeño de la economía estadounidense continúa siendo evidente. A diferencia de 2008, cuando estalló la crisis financiera en Estados Unidos, ahora, esta dependencia significa un buena noticia para México.
Agustín Carstens, gobernador de Banco de México, declaró la semana pasada que es muy probable que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del país sobrepase una tasa del 3 por ciento. Esto se debe, según explicó, a una robusta expansión de Estados Unidos, el primer socio comercial de México.
La recuperación de la economía estadounidense ha sido gradual, mientras que la economía mexicana ha mostrado altibajos.
Cuando irrumpió la crisis global, Carstens, entonces secretario de Hacienda, declaró que México tendría un catarrito: el PIB se contrajo 4.7 por ciento en el 2009.
Sin embargo, la respuesta del gobierno mexicano no se hizo esperar: en un contexto caracterizado por un exceso de liquidez en los países emergentes, derivado de las políticas monetarias expansivas de la Reserva Federal , se implementó una agresiva política fiscal para estimular el crecimiento. México creció a tasas de entre 4 por ciento y 5 por ciento en los siguientes tres años.
Posteriormente, el país tuvo que dar salida a la política contracíclica para evitar una distorsión de la estabilidad macroeconómica. Entonces, el país regresó a la normalidad, registrando tasas de expansión alrededor del 2.2 por ciento, el promedio de los últimos 30 años.
