Con todos menos conmigo
Durante el proceso electoral, el discurso económico de Donald Trump se enfocó en los efectos negativos que, a su parecer, han traído las relaciones comerciales de Estados Unidos con México y China para la industria manufacturera estadounidense.
Rodrigo CarbajalDurante el proceso electoral, el discurso económico de Donald Trump se enfocó en los efectos negativos que, a su parecer, han traído las relaciones comerciales de Estados Unidos con México y China para la industria manufacturera estadounidense.
Para el caso mexicano, el presidente de Estados Unidos no ha cambiado su argumento. En el último mes, todas sus referencias públicas al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fueron negativas. La semana pasada, en una icónica entrevista para el semanario The Economist, Trump dijo que ya había tomado la decisión de retirar a Estados Unidos del TLCAN, que era un hecho, pero que las llamadas de los jefes de Estado de Canadá y México lo obligaron a replantear su decisión. Trump dijo que lo hizo como cortesía, como un favor para dos de sus tres mayores socios comerciales.
Sin embargo, la actitud de la administración de Donald Trump en relación a China ha cambiado de manera radical. No sólo se abandonó la insistencia (sin fundamento sólido), de que las autoridades económicas de China son manipuladoras de divisas, sino que en los más altos niveles de la administración estadounidense se preparan las bases de un acuerdo comercial con la segunda mayor economía del mundo.
La reunión que sostuvo Donald Trump con su homólogo chino en abril ha derivado en una cooperación sin precedentes en materia comercial en la época reciente. Wilbur Ross, secretario de Comercio, dijo a la agencia AP: “Esto es más de lo que se ha logrado en toda la historia de las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China. Normalmente, los acuerdos comerciales se concretan en muchos años, no en decenas de días”.
China abrirá su mercado a las agencias crediticias estadounidenses, así como a las compañías de tarjetas de crédito, lo que marcaría un hito en el sistema financiero chino. Además, China eliminará una deliberación impuesta en el 2003, que prohíbe importar carne de res desde Estados Unidos.
A cambio, Estados Unidos permitirá la entrada de las importaciones chinas de pollo cocido y dará luz verde a las compañías energéticas para exportar gas licuado a China.
Los críticos de la relación comercial entre China y Estados Unidos sostienen que estas concesiones representan promesas de larga data que China había hecho hace mucho tiempo.
Independientemente de ello, esto pone de manifiesto la apreciación creciente de la administración de Trump por China. El presidente ha expresado explícitamente que “está trabajando con hombre (Xi Jinping) que le agrada muchísimo”.
Asimismo, en la entrevista con The Economist, Trump señaló que no podía etiquetar a China como un manipulador de divisas si esperaban cooperar con ellos en el tema de Corea del Norte, una prioridad de la política exterior de su administración.
Presionar a México
En ese sentido, la actitud hacia México es contrastante. Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, ha argumentado que los posicionamientos agresivos de Trump en relación al TLCAN son esfuerzos para ganar terreno desde antes de que inicien las negociaciones del acuerdo trilateral.
No obstante, la beligerancia del presidente estadounidense en este tema ha llegado a tal grado, que el secretario de Economía cambió el tono de su argumento. En una entrevista otorgada a la agencia Reuters, explicó que las declaraciones recientes de Trump estaban abocadas a presionar al Senado para ratificar a Robert Lighthizer, representante comercial de Estados Unidos.
Paradójicamente, el déficit comercial de Estados Unidos con China en el 2016 fue de 347 mil millones de dólares. En cambio, el déficit con México fue de apenas 63 mil millones de dólares.