Brexit, Donald Trump, Marine Le Pen. La normalización de los movimientos populistas en la vida política de las economías avanzadas tiene un mismo hilo conductor: la desigualdad.
Éste es el argumento de Lawrence McDonald, ex jefe de estrategia macro del banco francés Societe Generale. Desde su óptica, la aplicación de una política fiscal inadecuada se conjugó con una dependencia excesiva de la política monetaria como mecanismo de reacción frente a la Gran Recesión. El resultado fue un aumento significativo en la desigualdad del ingreso.
Este diagnóstico empata con la narrativa tejida por personajes como Stephen Bannon, el jefe de estrategia de la Casa Blanca que es reconocido como uno de los mayores exponentes del movimiento populista estadounidense. Su tesis es sencilla: la élite, a la que se refiere como los globalistas, capturó el sistema político y privilegió un modelo económico de liberalización financiera y comercial que ha sido perjudicial para la clase media de Estados Unidos.
Para Bannon, este fenómeno llegó a un punto de implosión en el 2008, con el colapso del sistema financiero. Paradójicamente, los artífices de la crisis fueron los mayores beneficiarios de la recuperación económica subsecuente.
Los datos detrás de la desigualdad
Un estudio reciente, elaborado por los economistas Thomas Piketty, Emmanuel Saez y Gabriel Zucman; hace eco de este fenómeno: en la década de los 60, el 50 por ciento de la población de menores ingresos en Estados Unidos concentraba alrededor del 20 por ciento del ingreso nacional, mientras que el 1 por ciento de la población de mayores ingresos concentraba poco más del 12 por ciento. 50 años después, los papeles se han invertido.
El 50 por ciento de la población de menores ingresos en estados Unidos reúne alrededor del 12 por ciento de la renta total. En cambio, el 1 por ciento más privilegiado concentra más del 20 por ciento del ingreso nacional.
Branko Milanovic, economista serbio y una de las voces más autorizadas en el tema de desigualdad, confirma el diagnóstico de Piketty, Saez y Zucman. Bajo sus estimaciones, el coeficiente de Gini de Estados Unidos pasó de 0.39 puntos en la década de los 70 a 0.48 puntos actualmente. El coeficiente de Gini es una de las medidas más utilizadas por la academia económica para dimensionar la desigualdad. Un coeficiente igual a uno significa desigualdad total, mientras que un coeficiente igual a cero significa igualdad perfecta.
Estas características, aunadas a otros fenómenos como la inmigración masiva y la tensión multicultural, se han replicado en Europa, garantizando un apoyo significativo para medidas como la salida de Reino Unido de la Unión Europea o para personajes como Marine Le Pen, la candidata del Frente Nacional francés que es afín al nacionalismo económico y que propone una ruptura del proyecto europeo.
Otro trabajo de Milanovic arroja luz sobre el avance del populismo en las economías avanzadas. Al desglosar el cambio en el ingreso real entre 1998 y 2008 por percentil de ingresos, el estudio muestra que el único grupo que presentó una caída fue el de los percentiles 75 a 85, donde se ubica la clase trabajadora de los países industrializados. Como contraste, el 1 por ciento de mayores ingresos globales mostró un incremento en su renta de alrededor del 60 por ciento.
El consenso de analistas refiere que el riesgo político se ha convertido en una de las principales fuentes de estrés en los mercados financieros. El fin de semana, cuando el candidato centrista Emmanuel Macron superó a Marine Le Pen en la primera vuelta electoral de Francia, los mercados reaccionaron de manera positiva: el índice bursátil francés CAC40 creció 4.2 por ciento, el euro llegó a su mayor nivel contra el dólar desde noviembre y los bonos soberanos de Francia redujeron su prima de riesgo a 20 puntos (medido contra el bono alemán), el menor nivel desde enero.
Una de las características más evidentes de los movimientos populistas es su desprecio por las élites, los expertos y las instituciones del denominado establishment.
No es casualidad que el “crecimiento inclusivo” se haya convertido en uno de los conceptos más utilizados en estudios, conferencias y documentos de política pública del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización para el Crecimiento y Desarrollo Económicos (OCDE) y el Foro Económico Mundial.
México: dilema populista
El mes pasado, la revista The Economist publicó un artículo sobre Andrés Manuel López Obrador. El título del artículo es “El populista que podría ser el siguiente presidente de México”. El subtítulo, “Ciudad de México, tenemos un problema”. Esto refleja en gran medida la percepción que tiene el mundo del hombre que lidera prácticamente todas las encuestas de cara a la elección presidencial de 2018.
Asimismo, en un reporte publicado recientemente por Credit Suisse, el banco refiere que sus clientes se han mostrado cada vez más interesados por cuál será la visión de política económica de López Obrador.
El avance del aspirante de Morena también ha llamado la atención en Washington, tal como lo evidencia la conversación entre John Kelly, secretario del Interior y el senador por Arizona John McCain: “Si la elección fuera mañana en México, probablemente tendríamos a un presidente de izquierda antiamericano. No sería bueno para Estados Unidos”.
Esto, además del hartazgo ciudadano frente a la clase política, podría explicarse por la desigualdad endémica que experimenta el país.
Entre los miembros de la OCDE, México es el segundo país con el mayor coeficiente de Gini. Además, un estudio elaborado por el economista Gerardo Esquivel para Oxfam, pone de relieve que México es, entre una muestra de países de ingreso medio alto, la economía en la que el 1 por ciento de la población de mayores ingresos concentra la mayor parte de la renta nacional (21 por ciento) superando a Estados Unidos, Sudáfrica y Colombia.
Esto ocurre en un país en el que el salario real ha estado prácticamente congelado desde la crisis del 2008. El paralelismo es evidente.