La fórmula del fracaso

En el discurso, Donald Trump se ha vuelto el defensor por excelencia de los empleos manufactureros en Estados Unidos. Se lo debe a su base política. Trump se convirtió en el 45 presidente, en gran medida, gracias a su triunfo en estados como Ohio, Michigan y Pennsylvania. Los más golpeados por el cambio tecnológico y la globalización.

Rodrigo Carbajal Rodrigo Carbajal Publicado el
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puntos base ha crecido la tasa de interés del bono del Tesoro a 10 años, como respuesta a las expectativas de los planes pro crecimiento de Donald Trump
El estímulo fiscal de Trump representa un ejemplo clásico de libro de texto en el que un aumento del gasto público y una reducción de impuestos inciden en un alza en los tipos de interés
“Uno de los escenarios del gobierno republicano de Trump supone que compensaría el deterioro de la industria manufacturera con un proteccionismo. La educación es la mejor política económica que existe”
Tony BlairPolítico británico
“Por supuesto que Trump no culpará a sus políticas incoherentes y contraproducentes de fortalecer al dólar. Culpará a China y a México y no será el único” 
Bradford DeLongProfesor de economía de la Universidad de California Berkeley

En el discurso, Donald Trump se ha vuelto el defensor por excelencia de los empleos manufactureros en Estados Unidos. Se lo debe a su base política. Trump se convirtió en el 45 presidente, en gran medida, gracias a su triunfo en estados como Ohio, Michigan y Pennsylvania. Los más golpeados por el cambio tecnológico y la globalización.

Sin embargo, en la práctica, la administración de Trump podría transformarse en un catalizador que acelere el declive de la industria manufacturera estadounidense. De acuerdo a cifras de la Reserva Federal de San Luis, el empleo de manufactura como proporción del empleo total pasó de casi 30 por ciento a finales de la década de los 70 a un 8.6 por ciento actual.

Economistas como Bradford DeLong, profesor de la Universidad de California Berkeley, argumentan que esta tendencia es prácticamente irreversible. Por ello, el consenso de analistas considera que los esfuerzos de política económica deben estar orientados a asegurar que los llamados “perdedores de la globalización” cuenten con acceso a seguridad social y a programas de capacitación que les permita reinsertarse en el mercado laboral. Se advierte que cualquier intento de “devolver los empleos” a Estados Unidos, como lo ha prometido Donald Trump de manera insistente, sería fútil.

En este contexto, el compromiso de Donald Trump con políticas que favorezcan el crecimiento en el corto plazo representa una amenaza para la salud del sector secundario de Estados Unidos, el mismo que el presidente pretende defender.

Para el equipo económico de la administración de Trump, la recuperación del empleo manufacturero y las altas tasas de crecimiento son objetivos complementarios de política económica.

No obstante, en la realidad, la conjugación de un programa de gasto en infraestructura de un billón de dólares en la siguiente década, la reducción del impuesto corporativo a un nivel de 15 por ciento y un desmantelamiento regulatorio a gran escala operarían en detrimento del sector manufacturero.

El lastre del súper dólar
 
Larry Summers, ex secretario del Tesoro de Estados Unidos, y Barry Eichengreen, ex asesor del Fondo Monetario Internacional, sostienen que el estímulo fiscal que propone el presidente Trump se traducirá en un fortalecimiento del dólar que pesará sobre las exportaciones estadounidenses.

Paradójicamente, en campaña, Trump se concentró en criticar a los países que “deprecian artificialmente” su moneda para ganar competitividad a costa del sector exportador de Estados Unidos. Ahora, la política económica de su administración propiciará el efecto que tanto criticó durante meses.

El discurso del equipo económico de Trump ha dejado claro que la variable de referencia de esta administración será la evolución del déficit comercial. Para el caso específico de esta mezcla de políticas económicas, la literatura sugiere que la variable de referencia debe ser otra: la tasa de interés.

El estímulo fiscal de Trump representa un ejemplo clásico de libro de texto en el que un aumento del gasto público y una reducción de impuestos inciden en un alza en los tipos de interés. La mera expectativa de estas políticas ha llevado al bono del Tesoro a 10 años a un nivel de 2.41 por ciento, después de registrar una tasa de 1.46 por ciento a mediados del año pasado.

Este fenómeno eleva los incentivos para que los inversionistas globales repatrien sus capitales hacia activos estadounidenses, lo que implica salidas de dinero de los países emergentes y una marcada apreciación del dólar.
 
Lecciones históricas
 
Nouriel Roubini, profesor de economía de la Universidad de Nueva York y director de Roubini Macro Associates, explica que no sólo es la teoría económica la que pone en tela de juicio a la política económica, sino el historial de administraciones republicanas anteriores.

Analistas políticos encuentran en la administración de Ronald Reagan el reflejo más cercano a las perspectivas del gobierno de Trump. Para Roubini, esto no podría ser más acertado en materia de política económica.

En el gobierno de Reagan, el estímulo fiscal, patente en una reducción de impuestos sin precedente en el periodo de la posguerra, se tradujo en un fortalecimiento del dólar que, según DeLong, minó las perspectivas de crecimiento de largo plazo de la economía estadounidense.

Por otra parte, Roubini sostiene que las administraciones republicanas se han acostumbrado a ejercer estímulos fiscales insostenibles, ampliando la brecha del déficit fiscal, lo cual eleva aún más los tipos de interés.

En ese sentido, tomando como supuesto que Trump intentará cumplir su promesa de hacer crecer a la economía a tasas superiores al 4 por ciento, la experiencia de gobiernos republicanos arroja dos posibles escenarios.

El primero, un escenario en el que el presidente presionará a la Reserva Federal para que no suba los tipos de interés, nombrando funcionarios afines a sus políticas en la renovación de la Junta de Gobierno del siguiente año.  Además de la amenaza inflacionaria, esto pondría en riesgo la independencia del banco central, un pilar vital de la estabilidad económica global.

El segundo, un escenario en el que el presidente intentará compensar el deterioro del sector manufacturero con una postura proteccionista más agresiva. El consenso de analistas no duda que las primeras víctimas de este cambio de tono serían México y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

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