Desde hace décadas, el petróleo ha sido parte del panorama económico mexicano.
Considerado primero como la salvación a todos los problemas de rezago social y después como culpable de alimentar los caprichos de políticos, Pemex ha sido un actor en la política desde la nacionalización del petróleo.
Hoy, este recurso se acaba. ¿Se trata de una bendición o de otra maldición fiscal?
A pesar de que las exportaciones de petróleo son cada vez menos importantes para la economía mexicana (menos del 20 por ciento de las exportaciones son petroleras), seguimos siendo el octavo productor de petróleo a nivel mundial, vendiendo el crudo principalmente a Canadá y Estados Unidos.
La influencia que este producto tiene en el presupuesto federal no ha decaído lo suficiente para considerar a México como un país independiente del petróleo.
Si bien la cantidad de ingresos que representa Pemex en el presupuesto federal varía ampliamente por los precios del petróleo, estos financiaron el 37 por ciento del gasto en septiembre del 2011, el último mes para el que se tiene datos.
Es decir, 1 de cada 3 pesos que se destina para gasto dependen directamente de la producción de Pemex.
Esto significa que para ajustar al gobierno federal, sin incurrir en más deuda, a las caídas inminentes en producción se tendría que amputar el 30 por ciento del presupuesto federal, cosa que sería equivalente a las políticas de austeridad más severas de países europeos.
Y esto no es opcional. La mayoría de los expertos concuerda en que habrá caída en la producción, aunque difieren en el tiempo que esto sucederá. Según la Agencia de Información Energética del gobierno estadounidense, México pasará a ser un importador neto de petróleo para el 2020.
La menor producción no es el único peligro, pues incluso si se mantienen los mismos niveles de producción, una caída considerable en el precio, como ya ha ocurrido antes, pondría en graves problemas a la tesorería mexicana.
Sin cambios más profundos en el sistema de recaudación para librar al gobierno del destino de Pemex, el futuro de la producción petrolera podría representar otra crisis fiscal importante.
En una investigación patrocinada por la Universidad de Oxford, se consideran dos escenarios para analizar lo que probablemente ocurrirá.
En el primer escenario, en el cual la producción de petróleo se mantendría en los mismos niveles a los de hoy, el gobierno de todos modos dependería fuertemente de Pemex, mientras que México pasaría a ser importador neto de petróleo para el 2025.
Bajo el segundo escenario, el más pesimista, la producción petrolera disminuirá gradualmente hasta alcanzar 40 por ciento menos de la exportación actual en el 2020. En este caso, el país dejaría de ser exportador neto de petróleo en el 2013.
Además, según los investigadores, la tasa de inversión, que de por sí ya es de las más bajas de Latinoamérica, caería a niveles no vistos desde la revolución, de 20 por ciento a menos del 15 por ciento.
Sin embargo, hay algunos que ven el lado positivo a toda esta situación. Ellos argumentan que la presión sobre las cuentas nacionales es más fuerte que cualquiera que pueda imponer la sociedad en los políticos, y los obligará a tomar decisiones, como una reforma fiscal, que no serán populares, pero necesarias para el futuro de la economía.
Otro estudio encuentra que si la caída en exportaciones petroleras se compensa con mayor recaudación, el efecto en el crecimiento sería casi imperceptible.
Asimismo hay quienes esperan un descubrimiento milagroso, como el ocurrido en los 70 del inmenso pozo de Cantarell, que hoy representa el 60 por ciento de las exportaciones.
Pero queda un importante problema con todo este escenario optimista. La experiencia de otros países no nos asegura que una crisis severa de petróleo o fiscal lograría un nuevo comienzo constructivo. Por ejemplo, Grecia, recientemente logró la hazaña de estar en problemas de pago la mitad del tiempo que ha sido independiente.
Además, el ajuste sería doloroso y tardado, pues la dependencia no solo afecta al gobierno sino a Pemex como empresa y en consecuencia a todo el sector energético del país.
De acuerdo a una investigación de la Universidad de Rice, mientras otras compañías de petróleo invierten en promedio el 20 por ciento de presupuesto de capital en mejorar sus infraestructura, Pemex invierte sólo el 8 por ciento.
Una empresa manejada por el gobierno tiende a ser menos productiva. Los investigadores encuentran que Pemex podría ganar hasta 48 por ciento más al año si se utilizan los recursos más eficientemente.
Si no se hace algo hoy, podríamos vivir unos años amargos cuando los míticos yacimientos mexicanos se vacíen por completo.