En los últimos años el flujo de migrantes hacia la frontera norte ha aumentado al grado de que quedarse en México se ha vuelto una opción. Foto: Especial

Migrantes se enfrentan a prejuicios en su integración a la economía mexicana

Son muchas las adversidades a las personas que vienen de otros países para buscar una mejor vida ya sea en Estados Unidos o México, sobre todo vive discriminación al intentar integrarse a la economía

A pesar de los prejuicios negativos que la sociedad mexicana tiene con la comunidad migrante, la población procedente de otros países por diversas causas, se integra poco a poco en la economía del país.

La frontera norte del país es considerada como la puerta de acceso a la primera economía del mundo; eso motiva a que miles de personas procedentes de diversas partes intenten cruzar todo México, si es necesario, para llegar a un lugar donde se considera que las condiciones de vida mejorarán.

Sin embargo, en los últimos años el flujo de migrantes ha aumentado al grado de que quedarse en México se ha vuelto una opción, lo que genera diversos prejuicios entre la población mexicana, como que el 51 por ciento de los mexicanos cree que a los migrantes  se les rechaza por su condición de pobreza, de acuerdo al estudio “El muro mexicano”, elaborado por Oxfam México.

El sentimiento de aversión, de acuerdo a Sebastián Rodríguez, gerente de acción humanitaria de Oxfam México, nace del miedo al otro, una reacción de la población del lugar al que llega el migrante y que ocasiona una focalización de los sentimientos negativos hacia la persona que está de paso por el país o que, a raíz de las condiciones adversas, decide quedarse en México.

“Justo hay una percepción de que nos van a quitar lo poco o mucho que tenemos y siempre se enfoca esa percepción basada en que vamos a perder algo y ahí es donde está el trabajo pendiente, en cambiar esa narrativa; porque como se sabe, hay muchas historias de integración donde las personas migrantes abonan a una diversificación económica”, comenta Rodríguez.

A pesar de que en el país el 80 por ciento de las personas están de acuerdo con el hecho de que la población migrante “huya” de su lugar de origen por el contexto de violencia que viven, apenas dos de cada 10 mexicanos creen que la migración es positiva para la economía del país, lo que expone que la aceptación de la comunidad migrante sucede en lo abstracto, pero cuando se enfoca en el ámbito económico, la cuestión cambia radicalmente.

Además, la aversión se nutre por el prejuicio de que, si el migrante se queda, empeorará el estado de inseguridad y la situación económica del país, principales preocupaciones de la población mexicana de acuerdo al estudio, por lo que se ha desarrollado la concepción del migrante bueno y el malo.

“Hay un perfil que es aceptado, una persona que se va a integrar, que es trabajadora, que se baña, que tiene una familia, que va a representar seguridad; contra una persona que está categorizada en un lugar contrario y que se percibe como persona mala, con cierto perfil racial y que, según la percepción de la sociedad, no trabaja ni aporta a la población, es decir, no se integra, no produce y por lo tanto no suma al país”, explica Elizabeth Ruiz, coordinadora de migración de Oxfam México.

Al respecto, la coordinadora de migración puntualiza que una de las principales causas de la opinión negativa sobre el migrante y su rol en el ámbito económico del país es la proyección de una narrativa revictimizarte y clasista desde los medios de comunicación convencionales, ya que 75 por ciento de la población en México se entera de la llegada de migrantes gracias a la televisión, con todo lo que ello implica.

Sin embargo, se integran

 A pesar de las muestras de discriminación que viven los migrantes por su paso en México y que se agravan si deciden establecerse en alguna región del país, su integración en la economía mexicana es una realidad.

Por ejemplo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), ha documentado la presencia de población centroamericana en diversos oficios y puestos de trabajo en el sureste del país, la cual, a pesar de emplearse en condiciones precarias, suele detonar una demanda de servicios inmediatos y de carácter administrativo.

Por otro lado, el Servicio de Administración Tributaria (SAT) reporta que, de febrero de 2022 a julio de 2023, más de cinco mil migrantes tramitaron su Registro Federal de Contribuyentes (RFC) como personas físicas, lo que implica una presencia en el ámbito fiscal del país.

Incluso los refugiados, que son personas solicitantes de asilo en el país por diversas cuestiones, aportan 160 millones de pesos en impuestos y contribuciones estatales a través del programa de reubicación e integración laboral del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que desde 2016 ha apoyado a 30 mil personas acogidas en el país.

En ese sentido resulta paradójico que un país que goza de la mano de obra, ingresos y creatividad de miles de personas procedentes de otros países, y que presume a las remesas como una de sus grandes aliadas para el crecimiento económico, juzgue y discrimine a quienes intentan replicar el mismo camino que hace décadas tomaron un sinfín de migrantes mexicano. 

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