En Silicon Valley y en Detroit crece el consenso de que el futuro de la movilidad urbana estará definido por un nuevo modelo de vehículos autónomos. La industria automotriz se encuentra en medio de un cambio de paradigma, en el que se transita desde un esquema en el que cada usuario es dueño de un automóvil a un esquema en el que el usuario es parte de una red de movilidad operada por plataformas como Uber o Lyft, el segundo mayor jugador en el mercado estadounidense.
General Motors, la armadora automotriz más grande de Estados Unidos, no piensa quedarse con los brazos cruzados mientras la transición de movilidad adquiere forma. En enero, la compañía gastó 500 millones de dólares para obtener una participación de 9 por ciento en Lyft, la cual la hace acreedora a un asiento en el consejo de administración.
Esta semana, General Motors intentó acrecentar su participación en Lyft y hacerse del control accionario de la firma tecnológica, de acuerdo a reportes del servicio de noticias The Informator que fueron citados por el diario New York Times y la revista Fortune.
La propuesta fue de carácter informal y consistió en un acercamiento en el que la compañía automotriz le hizo saber a su contraparte cuál es el precio que estaban dispuestos a pagar por el control de la firma.
Lyft rechazó la oferta de General Motors. En vez de ceder control de la compañía a un solo agente, la firma tecnológica realizará una nueva ronda de financiamiento.
Sin embargo, Lyft aún no cuenta con la libertad financiera para tomar un camino separado al de General Motors. La competencia para ganar participación de mercado se vuelve más difícil y desgastante conforme Uber acrecienta su dominio.
Siguiendo la máxima de Peter Thiel, que dicta que toda empresa de Silicon Valley deberá abocarse a convertirse en un monopolio, Uber se ha vuelto preponderante en un mercado en el que los clientes preferirán la red que sea más activa y cuente con más usuarios.
Si un competidor desea arrebatarle parte del mercado a Uber, necesariamente tendrá que incurrir en un gasto intensivo de capital.
El mes pasado, Uber vendió sus operaciones en China a su rival Didi por mil millones de dólares, lo que le ofrece recursos y flexibilidad para atender otros mercados.
Este panorama dificulta las cosas para Lyft, la cual contrató recientemente al banco de inversión de Silicon Valley Qatalyst Partners. Esta firma se caracteriza por ofrecer asesoría a start-ups tecnológicas que buscan encontrar una salida lucrativa y capitalizar su negocio.
Futuro compartido
A pesar de la negativa de Lyft, la compañía tiene en General Motors un socio con el que comparte una visión de negocios que podría traducirse en sinergias para futuras operaciones.
Lyft ha expresado su deseo de estar al centro de la disrupción tecnológica en la que los automóviles autónomos desplazarán a los vehículos tradicionales. John Zimmer, uno de los fundadores de la compañía, ha dicho que este negocio generará, tan sólo en Estados Unidos, ingresos anuales de hasta dos billones de dólares.
Esta perspectiva es compartida por General Motors. Lo anterior se ha vuelto patente en las inversiones que ha realizado la armadora para el desarrollo de esta tecnología disruptiva y de negocios similares a los de Uber y Lyft.
En marzo, la firma automotriz pagó mil millones de dólares por Cruise, una compañía dedicada al desarrollo de tecnología de manejo autónomo.