El legado Meade-Videgaray

Los dos secretarios de Hacienda de la administración de Enrique Peña Nieto se han apegado a un discurso de estabilidad macroeconómica. Sin embargo, los resultados de la política fiscal implementada en este gobierno no están alineados con las expectativas de principios del sexenio
Rodrigo Carbajal Rodrigo Carbajal Publicado el
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“¿Quién guardará a los guardianes?”
Décimo Junio JuvenalPoeta romano

A días de que el presidente Enrique Peña Nieto haga público quién será el candidato del PRI en la elección presidencial de 2018, Luis Videgaray elogió públicamente a José Antonio Meade en un evento del Servicio Exterior Mexicano.

Las palabras del secretario de Relaciones Exteriores tuvieron tal efecto en la opinión pública que Videgaray tuvo que decir un día después que no se deben confundir los elogios con las decisiones políticas.

En la prensa mexicana, las declaraciones de Videgaray fueron referidas como la ratificación de que ambos personajes, compañeros en la Facultad de Economía del ITAM, pertenecen a un mismo grupo político.

Sin embargo, la relación entre Meade y Videgaray trasciende la dimensión política. Se trata de los dos secretarios de Hacienda de la administración de Enrique Peña Nieto, cuya política económica se ha caracterizado por la austeridad fiscal, el bajo crecimiento y el aumento de la deuda pública a niveles históricos.

Se trata de dos figuras que comparten un sesgo ideológico que procura la estabilidad macroeconómica como prioridad de política pública. A través de la figura de Meade y Videgaray, aunado a la implementación de una política monetaria profundamente restrictiva durante el mandato de Agustín Carstens en el Banco de México, la ortodoxia quedó anclada como una etiqueta inherente al programa económico de la administración de Peña Nieto.

Luis Videgaray y José Antonio Meade, el actual secretario de Hacienda, comparten un legado que encierra una paradoja: pese al discurso de estabilidad macroeconómica enarbolado por el gabinete económico de este gobierno, la proporción de la medida más amplia de la deuda pública como porcentaje del producto interno bruto (PIB) se ha incrementado sustancialmente.

Los costos de la deuda pública

En una primera instancia, la gestión de Luis Videgaray en la Secretaría de Hacienda fue incapaz de romper con la tendencia de crecimiento de la deuda que inició en 2009, cuando la administración de Felipe Calderón implementó una política fiscal contracíclica de corte expansivo con la finalidad de hacer frente a la Gran Recesión.

La deuda pública como porcentaje del PIB pasó de 37.7 por ciento en el 2012 a 50.5 por ciento en el 2016.

El más reciente reporte que realizó el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre el estado de la economía y las finanzas públicas de México hace énfasis en las implicaciones que pudiera tener esta coyuntura sobre las perspectivas de crecimiento y de riesgo país.

El endeudamiento excesivo obligó al gobierno mexicano a incurrir en un programa de austeridad fiscal, enfocado en lograr un superávit fiscal primario, que ha neutralizado la capacidad del Estado para estimular el crecimiento a través del gasto público.

El endeudamiento excesivo obligó al Gobierno mexicano a un programa de austeridad fiscal, que ha neutralizado la capacidad del Estado para estimular el crecimiento a través del gasto público

El FMI proyecta que la economía mexicana crecerá 2.1 por ciento este año y 1.9 por ciento en el 2018, muy lejos de las infundadas y tempranas expectativas hechas públicas por el mismo Videgaray, de que el país estaría creciendo a tasas de alrededor de 5 por ciento para finales del sexenio.

1.9%
Crecerá la economía mexicana en 2018, de acuerdo al FMI, un pronóstico lejos de las expectativas de inicio de sexenio
El escenario que estipula el FMI contempla una caída sostenida de la inversión pública, que ya se encuentra en su menor nivel como proporción del PIB desde la década de los 30, al menos hasta el 2022

El pronóstico pesimista del FMI

El diagnóstico del FMI, patente en las proyecciones del reporte país del Artículo IV, revelan que el legado de Meade y Videgaray hipotecó las herramientas de estímulo fiscal de la próxima administración.

En primer lugar, el reporte plantea que la deuda pública se estabilizará en un nivel de 53.2 por ciento para el año 2022. Esto tiene repercusiones significativas en las proyecciones fiscales: el gasto público total se reducirá de un nivel actual de 27.4 por ciento del PIB a uno de 22.5 por ciento del PIB en 2020 y el gasto en capital físico decaerá de 3.7 por ciento del PIB a 2.5 por ciento del PIB.

53.2%
Del PIB es el nivel de la deuda pública que se alcanzará en el 2022, de acuerdo al FMI

El escenario que estipula el FMI contempla una caída sostenida de la inversión pública, que ya se encuentra en su menor nivel como proporción del PIB desde la década de los 30, al menos hasta el 2022.

-6.5%
Caerá la inversión pública en el 2018, de acuerdo al FMI

En ese sentido, el documento establece que el sostén del crecimiento mexicano recaerá en el sector exportador y en un incremento constante de la inversión privada.

Sin embargo, el mismo reporte advierte que la posibilidad de que se derogue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) representa el mayor riesgo para la economía mexicana. Bajo este escenario, el país se quedaría sin motores de crecimiento, en gran medida debido a la política de endeudamiento de la Secretaría de Hacienda durante esta administración.

El FMI cita cuatro eventos o tendencias de alto impacto y de alta factibilidad relativa (30 a 50 por ciento de probabilidad de ocurrencia, según el documento): la terminación del TLCAN, la depreciación del peso frente al dólar debido a un deterioro del balance de riesgos del entorno; una mayor incertidumbre por la futura trayectoria de la política económica del país y sus socios comerciales, así como una menor integración regional.

A diferencia de lo que ocurrió en el 2009, México cuenta con un espacio fiscal mucho más reducido para reaccionar a una contingencia.

Con el proceso de renegociación del TLCAN inconcluso y con las elecciones presidenciales en puerta, la moneda está en el aire.

 Lejos del deber ser en términos de estabilidad macroeconómica, el legado Meade-Videgaray es la incertidumbre.

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