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El poder del vino, más allá de terapias revitalizadoras y alegría en las fiestas, también es un motor de crecimiento cuando se sabe aprovechar.
Baja California, un estado azotado por la violencia de la guerra al narcotráfico, ha conseguido cambiar su imagen en los últimos años a través de la industria vinícola.
Anteriormente, hablar de la región implicaba abordar temas de inseguridad y daba la impresión que Tijuana era la única ciudad del lugar. Hoy en día Baja California es el referente nacional de la producción de vinos.
Ubicado al noreste de la ciudad de Ensenada, la región vinícola del Valle de Guadalupe atrapa la atención cada año de más amantes del vino.
Además, los negocios de restaurantes y el incremento de turistas que van de la mano de las cosechas han transformado la zona en unos cuantos años.
La semana pasada, el diario The Wall Street Journal publicó que el Valle de Guadalupe tiene el potencial de convertirse en el nuevo Valle de Napa, lugar en el Estado de California famoso por sus vinos de alta calidad.
Sin embargo, en lugar de que el gobierno se interese en apoyar la industria y reactivar la economía de la zona, parece obstinado en convertirse en su ancla y eventual verdugo.
La producción de vino en México tiene uno de las cargas fiscales más elevadas a nivel internacional.
Esto se debe a un esquema de impuesto piramidal que suma el Impuesto al Valor Agregado (IVA) del 16 por ciento y un Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) del 25 por ciento.
De acuerdo con analistas, los gravamenes a la bebida pueden llegar hasta el 45 por ciento una vez que realizan las cuentas.
En comparación, el vino en la Unión Europea es considerado como un complemento alimenticio al que se le impone un impuesto especial de 1 a 3, o incluso goza de una tasa cero y paga únicamente IVA.
Pero el gobierno mexicano antagoniza al vino con la excusa de que es una bebida alcohólica, suponiendo que cualquier embriagante debe ser tratado por igual.
Esta política provoca el absurdo de que, aún con los costos de importación, es más barato comprar una botella de vino mexicano en Estados Unidos o Europa que en el país.
Industria en crecimiento
A pesar de que la producción y demanda de vinos en México ha crecido de manera constante en los últimos años, todavía es una industria en desarrollo que necesita ayuda para crecer.
Los últimos datos publicados por el Instituto Español de Comercio Exterior afirman que desde el año 2000 la demanda de vino ha crecido a un ritmo promedio del 12 por ciento anual.
El problema es que gran parte de este crecimiento es aprovechado solo por los extranjeros, ya que el 75 por ciento del vino que se consume es importado.
España, que es el mayor proveedor de vinos a México, con alrededor del 30 por ciento de participación en las importaciones, tiene una tasa cero del impuesto especial para bebidas alcohólicas para el vino, por lo que solo debe pagar el IVA.
El país consume alrededor de 600 mililitros de vino per cápita, mientras que en lugares como España, Italia o Francia el consumo llega hasta los 28 litros per cápita al año.
No obstante, los expertos esperan que el consumo de vino en México continuará en un crecimiento del 13 por ciento anual para los próximos años.
En cuanto al perfil del consumidor, los mexicanos que beben vino son hombres de mediana edad con un nivel socioeconómico medio alto y alto, aunque recientemente han surgido nichos de mercado enfocados a consumidores más jóvenes.
Según estimaciones de la Asociación Nacional de Vitivincultores de México, cerca de 2 millones de mexicanos consumen vino regularmente, y solo el 15 por ciento de ellos toman vino diariamente.
En base a estadísticas de consumo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el gasto en consumo de bebidas alcohólicas y tabaco se postula a aumentar un 19.2 por ciento entre el 2010 y 2015.
Estas cifras reflejan cómo la industria vinícola se encuentra en un punto de inflexión. Dependerá del gobierno si aprovecha para impulsar este negocio y crear una nueva bandera de orgullo nacional o lo entierra en gravámenes discrecionales.