La muerte de Aubrey McClendon, fundador y director general de la firma energética Chesapeake, conmocionó a la industria del shale.
El ejecutivo murió en un accidente automovilístico un día después de haber sido acusado formalmente con cargos de conspiración relacionados con subastas para arrendamientos de yacimientos de petróleo y gas natural. La trama parece digna de un thriller corporativo que podría ser llevado a la pantalla grande.
Sin embargo, el verdadero suspenso para la industria del shale tiene que ver con la capacidad de los productores de petróleo no-convencional para resistir los bajos precios del petróleo.
Dado que la producción de petróleo shale tiene un punto de equilibrio más alto que los productores tradicionales, la industria ha recortado su producción y ha logrado sobrevivir a base del endeudamiento y la contratación de coberturas financieras.
Considerando que el consenso de analistas no espera que el precio del petróleo se eleve por encima de los cincuenta dólares por barril en el corto o en el mediano plazo, la resistencia financiera podría colapsar eventualmente.
CreditSights, una firma de investigación crediticia, estima que a finales del siguiente año 73 firmas productoras de petróleo shale se declararán en bancarrota. El año pasado, 26 empresas del sector se declararon en quiebra.
Paradójicamente, la industria del shale se ha convertido en víctima de su propio éxito. Las firmas de producción energética no convencional son las principales responsables del “nuevo orden petrolero mundial” en el que la capacidad de los cárteles de precio está limitada y los precios fluctúan libremente según la oferta y la demanda.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) reaccionó para defender su participación de mercado: se planteó un nuevo techo de producción con el fin de incrementar la oferta petrolera y llevar el precio del crudo a bajos niveles en los que las empresas shale tuvieron que incurrir en pérdidas para seguir produciendo.
Tarde o temprano, los productores no convencionales tendrían que salir del mercado, dejando libre el paso para que la OPEP se pudiera beneficiar de un nuevo incremento en los precios.
No obstante, el conflicto entre los productores independientes de Estados Unidos y el cártel de precios más grande del mundo se ha extendido más de lo que se esperaba.
Cuestión de resistencia
La industria shale ha mostrado tener una gran flexibilidad para reanudar su producción en cuanto los precios del crudo se recuperan.
Ian Taylor, director general de Vitol Group, la correduría petrolera independiente más grande del mundo, considera que existe una nueva dinámica en el mercado que mantendrá los precios deprimidos durante la próxima década.
En esta dinámica cualquier alza en el precio del petróleo será descartada por la débil demanda que prevalece en China y por la capacidad de reacción de la industria shale en Estados Unidos. Taylor espera que los precios del petróleo se encuentren en un rango de entre 40 dólares y 60 dólares en la siguiente década.
El mercado petrolero representa una nueva competencia de resistencia entre la OPEP y los productores estadounidenses. Por un lado, países como Venezuela y Nigeria están en el borde del colapso fiscal. Por otro lado, las firmas de shale enfrentarán en abril una prueba vital para sus supervivencia: la renegociación semestral de su línea de crédito bancaria, la cual depende de la valuación de sus reservas.