La testosterona en Wall Street

Una de las primeras cosas que aprende un economista en clase es que los “agentes” –participantes en los mercados- son seres racionales que cotejan sus pérdidas contra sus ganancias para tomar decisiones.

En la vida real, se aprende que la irracionalidad, o al menos las decisiones que no son óptimas, también son parte del panorama de los mercados.

A pesar de que cada vez se usan menos, los corredores de bolsa son humanos hechos de carne y hueso y que no siempre actúan con la frialdad matemática que sus clientes esperarían.

Eduardo Flores Eduardo Flores Publicado el
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Una de las primeras cosas que aprende un economista en clase es que los “agentes” –participantes en los mercados- son seres racionales que cotejan sus pérdidas contra sus ganancias para tomar decisiones.

En la vida real, se aprende que la irracionalidad, o al menos las decisiones que no son óptimas, también son parte del panorama de los mercados.

A pesar de que cada vez se usan menos, los corredores de bolsa son humanos hechos de carne y hueso y que no siempre actúan con la frialdad matemática que sus clientes esperarían.

Lo que sucede en el cuerpo, según diversos estudios, también afecta a los mercados.

Un ejemplo claro es el de la testosterona, el químico que se produce principalmente en los testículos y que sirve para incrementar la masa muscular y el crecimiento del vello corporal, entre otras. Es decir, es la hormona masculina por excelencia.

Por lo tanto, esperaríamos que invertir dinero en instrumentos financieros es un trabajo en el que se necesita más de esta hormona que en otros con ingresos más estables.

Se esperaría que los corredores con más testosterona fueran mejores en su trabajo. Así sucedió en un experimento realizado hace un par de años por un equipo de neurocirujanos en Londres.

Los investigadores tomaron muestras de saliva de corredores durante ocho días consecutivos en los pisos de la Bolsa de Valores de Londres.

Quienes ganaban más dinero no lo hacían solo por ser más inteligentes, sino porque mostraban tener, en promedio, más testosterona al iniciar el día.

Los autores dicen que los resultados no son sorprendentes, pues la testosterona aumenta la cantidad de oxígeno que la sangre puede transportar y eso incrementa la persistencia y la audacia.

Ganar siempre también es riesgoso

Otros experimentos en animales y humanos también encuentran que el apetito por el riesgo incrementa conforme aumentan los niveles de testosterona.

Resulta obvio que un corredor con más persistencia, audacia y apetito por riesgo puede tomar ventaja de oportunidades de mercado que otros dejarían pasar.

Lo interesante es que en animales se ha encontrado que el efecto de ganar alguna prueba tiende a incrementar los niveles de testosterona del ganador todavía más.

Si se crea un círculo en el que el ganador sigue triunfando, puede llegar a tener niveles de testosterona tan altos que lo vuelve sobreconfiado y tonto. En los mercados podría suceder algo parecido.

En las épocas en las que todo va viento en popa, los ganadores comienzan a sobreconfiarse por los altos niveles de testosterona en sus cuerpos e invierten en cosas que podrían no ser óptimas.

Cuando un corredor pierde, se encontró que los niveles de cortizol, una hormona que incrementa la ansiedad y el sentido de que el peligro se acerca, aumenta significativamente.

Naturalmente, podríamos argumentar que en épocas difíciles, cuando todos están perdiendo, el nivel de cortizol en el cuerpo de los corredores vuelve a los mercados entes paranoicos y volátiles.

En un artículo de Bloomberg se propone una medida interesante, crear un “índice de testosterona”, que mida el nivel de la hormona en los principales corredores de los mercados financieros y publicarlo como se haría cualquier otro dato económico.

Quizás así los famosos “espíritus animales”, que muchos creen que rigen a los mercados, puedan al menos ser aproximados.

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