La factura de los Olímpicos
Con el transcurso de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, el mundo mantiene la atención en el medallero olímpico… y a dos semanas de la ceremonia de clausura, en la oficina de finanzas públicas del Reino Unido esperan la factura final con el costo verdadero de estos Olímpicos.
El presupuesto inicial era de cerca de 3.7 mil millones de dólares en el 2007, pero se ha cuadruplicado y llegó a la cifra de 14.5 mil millones de dólares.
Jesús M. Badiola
Con el transcurso de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, el mundo mantiene la atención en el medallero olímpico… y a dos semanas de la ceremonia de clausura, en la oficina de finanzas públicas del Reino Unido esperan la factura final con el costo verdadero de estos Olímpicos.
El presupuesto inicial era de cerca de 3.7 mil millones de dólares en el 2007, pero se ha cuadruplicado y llegó a la cifra de 14.5 mil millones de dólares.
Se espera que la cantidad pudiera aumentar. Para comparación, el promedio del costo de unos olímpicos en los últimos 50 años, ajustado por inflación, ha sido de 5.7 mmd.
Un estudio de la Universidad de Oxford sugiere que los Juegos de Londres pueden ser los más caros en la historia, en referencia a los costos relacionados al deporte, excluyendo proyectos de infraestructura.
El reporte evalúa que al incluir el gasto en seguridad, transporte y las ceremonias de apertura y clausura se excedió más del doble.
También analizan que mientras el costo reportado de Beijing 2008 fue monumental, estiman que probablemente está sobreestimado, tomando en cuenta el costo mínimo de la mano de obra en China.
La resaca olímpica
En la historia de los Juegos Olímpicos es común que a su conclusión la nación anfitriona no haya terminado de pagar los costos de organizar el evento.
Aún así, sobresalen distintas ocasiones donde la factura de los Juegos se sigue pagando por décadas después de la extinción de la flama olímpica.
Para Montreal 76, los organizadores decidieron crear el estadio olímpico llamado “La Gran O”. Se esperaba que el estadio costara 134 millones de dólares canadienses del momento y fuera financiado por un impuesto a los cigarros del 8 por ciento para recuperar la inversión.
El estadio terminó costando casi el doble de lo esperado debido a huelgas y retrasos en la construcción.
Fue hasta 2006, 30 años después de esos Juegos, cuando el estadio fue finalmente pagado por completo. Ajustando por inflación e interés, el costo final fue de 1.61 mil millones de dólares canadienses, siendo así el segundo estadio más caro en el mundo.
En promedio, el estadio ha tenido ingresos de 20 millones de dólares canadienses el año.
En Barcelona 92 se ejemplificó la notoria subestimación que suele suceder con el costo de organizar un evento de tal tamaño.
En promedio, las ediciones de Juegos Olímpicos organizados en los últimos 50 años han incurrido en una subestimación del costo de cerca del 252 por ciento.
Barcelona 92 destacó por subestimar la inversión necesaria en 417 por ciento, condenando a la ciudad a una deuda masiva de la cual aún no han podido pagar por completo.
En México 68 resalta la creación de un impuesto. En principio se implantó la tenencia para solventar los gastos de la organización de los Juegos Olímpicos, pero se ha mantenido por 44 años, cuando en teoría solo debería de haber durado dos.
¿Ganancias reales?
Las ciudades candidatas a organizar los Juegos Olímpicos argumentan ante sus contribuyentes que un evento de tal tamaño atraerá un importante ingreso para la ciudad anfitriona por inversión en infraestructura y turismo.
Un análisis realizado por la firma Goldman Sachs muestra cómo la decisión de organizar unos Juegos Olímpicos no necesariamente trae beneficios cuantificables al país anfitrión.
Por ejemplo, en Sydney 2000 el gobierno australiano se dispuso a manejar un evento de bajo costo que creara una inversión eficiente para fortalecer el desarrollo del turismo y la infraestructura.
Las autoridades australianas habían pronosticado un incremento del .4 por ciento del PIB directamente relacionado con la organización de los Juegos.
Ante la sorpresa de los organizadores, Australia terminó perdiendo más de 2 mmd en los siguientes ocho años.
La inversión en infraestructura no llevó a un incremento significante en inversión extranjera, turismo o empleo local, y el sector público perdió más de 1.3 mmd.
De igual forma, en Beijing 2008, el gobierno chino apostó por crear una gran imagen de su nación que buscara crear un incremento de turismo e inversión adicional directamente relacionado al evento.
Tras la conclusión de los Juegos no se ha podido percibir algún efecto cuantificable directamente a la organización del evento en inversión extranjera o turismo directo, aunque sí se notó una mejora en su condición ambiental.
Queda por ver si Londres 2012 mantendrá la tendencia de convertirse en otro anfitrión sobreendeudado, sin recibir beneficios tangibles por la organización de los Juegos, o si se colgará una medalla por el manejo de sus finanzas ante la condición de la economía global actual.