Lejos están los días en los que el comercio fluía de una manera tan sencilla a través de los 2 mil kilómetros de frontera que comparten Estados Unidos y México.
Una combinación de condiciones económicas únicas, como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y salarios a la alza en China, han hecho de la frontera una región con fuertes interdependencias.
Mientras que es evidente la importancia que la economía de Estados Unidos representa para la mexicana, lo mismo sucede también de manera contraria.
Para Estados Unidos, México es el segundo mercado más importante, superado tan solo por Canadá.
En valor, las exportaciones a tierras aztecas son dos veces mayores que a China.
Y no solo son los estados cercanos a la frontera los beneficiados. Diecisiete entidades de la Unión Americana envían más del 10 por ciento de sus exportaciones a México.
El estado de Dakota del Sur, a más de mil 800 kilómetros de distancia con la frontera de México, exporta 27 por ciento de sus productos a México.
Intercambio a la alza
La tendencia se ha incrementado. Del 2002 al 2011, las exportaciones de Estados Unidos a México se duplicaron al pasar de 97 mil millones de dólares a 198 mil millones.
En los primeros 10 meses del 2012, las exportaciones del norte hacia el sur crecieron un 10 por ciento, en términos anualizados.
Los componentes de la creciente actividad económica hablan de la nueva dinámica presente en el intercambio comercial.
Los equipos de telecomunicaciones y los componentes de computadoras se han incrementado por un factor de tres en esos mismos años.
Las partes de automóviles también aumentaron un 43 por ciento del 2002 al 2010.
De acuerdo con documentos de expertos en el Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos, esto se debe en su mayoría a la cercana relación entre fábricas en México y sus pares en el otro lado de la frontera.
Es común que piezas previamente ensambladas crucen la frontera para ser terminadas en el otro lado.
Y cada vez es más evidente que el país que termina las piezas es México.
Las fabricas fronterizas ya han hecho de México el segundo exportador de televisiones y el noveno a nivel mundial de todos los equipos electrónicos.
El sector automotriz también ha mostrado una importante vitalidad en los últimos años, México está por convertirse en uno de los exportadores más grandes del mundo.
Terreno nivelado
La dependencia estadounidense es una buena noticia, especialmente para los hacedores de política mexicana, porque nivela el terreno de juego.
En el 2009, la Secretaría de Economía impuso aranceles a 90 productos provenientes de Estados Unidos, con un valor de exportación de 2 mil 400 millones de dólares en respuesta a la cancelación de un programa piloto para permitir que camiones mexicanos ingresaran a territorio estadounidense.
El impacto económico fue tal que se convirtió en un problema político para muchos representantes de las zonas más afectadas.
La preocupación es entendible. Según un estudio del Woodrow Willson Center, un instituto de Investigación en Washington, más de 6 millones de empleos estadounidenses dependen del comercio con México.
Y si bien la disputa no se ha solucionado enteramente, Estados Unidos se ha preocupado más intensamente por encontrar una solución de manera rápida.
Ello contrasta con otra disputa en la cual México tenía mucho que perder y menos maneras de presionar al socio del norte sobre el jarabe de maíz de alta fructosa. La mencionada disputa tardó más de 10 años en solucionarse.
Podría ser sorprendente para muchos estadounidenses, pero la relación con México ya no es solo de una vía.
Los productos que se exportan de México a Estados Unidos contienen 10 veces más contenido originado en aquel país que los de china.
Muchas de las marcas más conocidas en Estados Unidos, como Sara Lee, Borden Milk, Saks Fifth Avenue y hasta el New York Times son financiadas por inversionistas mexicanos o mantienen estrecha relación comercial con México.
Ellos, y los consumidores estadounidenses, dependen cada vez más de su vecino también.