La cadena verde, reduciendo la huella de carbono
Todos los productos consumidos en la vida moderna tienen un impacto en la contaminación del planeta, en la llamada huella de carbono. La cual cada vez es más monitoreada creando una mayor conciencia en el usuario final. Los modelos como el reciclaje de aluminio y otros materiales abonan a tener un mejor uso de los recursos
Julio RamírezLas diferentes industrias y los consumidores están cada vez más comprometidos en adquirir productos, servicios y artículos en general con una menor cantidad de huella de carbono, como se le conoce al proceso de contaminación producida por el traslado de mercancías.
En los alimentos, por ejemplo, la tendencia también es optar por comprar productos de temporada, frescos y producidos cerca de casa en lugar de productos con categorías como “orgánicos” o “ecológicos” cuyo transporte implica más contaminación.
En definitiva, la tendencia es comprar productos reciclados o de mayor duración y dejar atrás el “úsese y tírese” que impuso China en la era de la globalización. Hoy esta forma de producir dejó de ser una moda. En la industria automotriz todas las partes como el motor, chasis e inclusive el armado; se producían en diferentes partes del mundo.
Carlos Suárez, Director de Asuntos Corporativos y Sustentabilidad ARZYZ Metals, empresa mexicana especializada en proveer aluminio secundario (reciclado) y líder en el mundo, afirma que hoy en día esa tendencia de producción está más en desuso, precisamente por la huella de carbono causada por el combustible para el transporte de mercancías y productos.
“Debes de cambiar porque los recursos no son infinitos”, explica el especialista de ARZYZ Metals, “tenemos que procurar que las cosas duren más tiempo.
Si dura, mejor
En la pandemia por COVID-19 la humanidad se pudo percatar acerca de los materiales que se proveen desde otros países del planeta pueden escasear debido a diferentes factores, en este caso por el encierro sanitario.
“Lo acabamos de ver en la pandemia, la cadena logística se desplomó y de repente no había autos porque no había chips o porque no había piezas… y entonces se revaluaron los autos usados. La gente comenzó a decir ‘tengo que llevarlo al taller para arreglarlo porque me va a durar, porque no hay’”, explica el experto.
La tendencia hacia la compra de artículos más duraderos, que se puedan reparar y tengan larga durabilidad, se está viendo en diferentes industrias.
“En la industria del vestido, por ejemplo, en la ropa, es una de las industrias más contaminantes del planeta, en la que ya la gente está empezando a revender ropa, ropa de segunda mano, que eso obviamente ayuda sustancialmente”, explica Carlos Suárez.
En el caso específico del aluminio, si se obtiene de forma directa de la tierra se le denomina aluminio primario, y en el caso de México se obtiene del reciclaje de chatarra para convertirla en lingotes o láminas para su reutilización, a esto se le denomina aluminio secundario.
“El 75 por ciento del aluminio que se usa en el mundo está reciclado. Un rin de auto o una autoparte puede tener de cinco, 10, a 20 años, a lo mejor menos en el círculo. El objetivo es que las cosas tengan una vida útil más amplia o que cierre el círculo para evitar gasto de combustible en transporte”, expone.
“El aluminio primario en su producción genera aproximadamente entre 2.3 y hasta cinco o seis toneladas de dióxido de carbono (CO2) por tonelada producida de aluminio. ¿Por qué se va tan amplio el rango? Porque están los que utilizan energía fósil, sucia, muy característico del aluminio chino, que usan carbón, o los que usan tecnología de hidroeléctricas. Eso, obviamente, baja sustancialmente, por eso hay rangos desde 2.4 hasta más de seis (toneladas de contaminantes)”, explica el especialista.
Otro punto importante es que en la huella de carbono todo cuenta y no solo se considera el proceso final de la producción. Es decir, se tiene que tomar en cuenta el transporte de todos los materiales e incluso el origen de la energía que se utilizó para la transformación.
“En la cadena productiva el último eslabón, aquel que le vende a un consumidor, ese ya hizo compromisos muy grandes, por ejemplo, Ford se ha comprometido en la reducción sustancial de CO2 en toda su producción. Si Ford lo único que hace al último es ensamblar, dice ‘yo ensamblando un auto género una tonelada por la ensamblada’, pero tiene que contabilizar todo lo que viene detrás”, expresa Carlos Suárez.
“Entonces, ¿cómo calcula Ford su impacto en el ambiente? No lo puede calcular solamente en el proceso en lo que ellos meten la mano, tiene que calcularlo en el que le vendió el motor y el que le vendió el motor en el que le vendió la lámina y el que le vendió la lámina en el que le vendió lingote”, añade.
El impacto ambiental, huella de carbono de los alimentos
Con los alimentos se puede ejemplificar el problema, ya que cuando se desperdicia un alimento no sólo se tira el pedazo de carne o fruta, sino todos aquellos componentes utilizados en su elaboración, como el agua y el combustible que se utilizó en su transporte.
“No sólo es el alimento que se tira, es toda la cadena de esta producción, de tiempo, y el coste, el medio ambiente, la huella hídrica, la huella de carbono, la huella ecológica, que tienen que ver en cuanto a la producción de ese alimento. A las empresas todavía les falta mucho en cuanto a que tengan un reglamento en el tema de la producción, pero creo que estamos encaminados en eso”, afirma Raquel González, licenciada en nutrición humana y dietética de la Universidad de Valencia, España.
“Es importante que no desperdiciemos los alimentos porque somos, como decía una de las campañas de la FAO, héroes de la alimentación, si tomamos en cuenta que en nuestras manos está el poder de alimentarnos bien por nuestra salud personal y también por la salud planetaria”, asegura la experta en nutrición.
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