John 
C. Malone: El villano del cable

Pocas personas son tan temidas y admiradas en la industria de las telecomunicaciones como Malone. No por nada, el exvicepresidente Al Gore le apodó, sin mucho cariño, Darth Vader.

Indigo Staff Indigo Staff Publicado el
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Pocas personas son tan temidas y admiradas en la industria de las telecomunicaciones como Malone. No por nada, el exvicepresidente Al Gore le apodó, sin mucho cariño, Darth Vader.

Agresivo estilo
● De 1973 a 1996, después de salvar a TCI de la bancarrota, Malone fue jefe ejecutivo de la compañía proveedora de televisión por cable. Para 1981, TCI había pasado de ser la décima compañía de cable más grande en los Estados Unidos a ser la número uno. Su estilo despiadado y efectivo de negociación, sobre todo ante las autoridades federales, le atrajo el apodo de un famoso villano.

Modesto, pero con mérito
● Nacido en Milford, Connecticut, en el seno de una familia de clase media, John C. Malone se distinguió desde muy joven por su talento académico. Gracias a este, obtuvo una beca para estudiar en la prestigiosa escuela preparatoria Hopkins School, donde conoció a su ahora esposa Leslie Ann Evans.

Al volante
● Malone, un hombre que valora mucho su privacidad, prefiere pasar sus vacaciones en una casa rodante con su familia y amigos. Al respecto, Malone dice que “a la gente le intimida el tamaño de estas cosas, pero en realidad no son difíciles de manejar”. Malone y su esposa a menudo viajan en este vehículo desde su residencia principal en Colorado a su rancho en Nuevo México.

Visionario desairado
● Tras obtener un doctorado en investigación operativa, Malone se enroló en AT&T y le sugirió modificar su organización financiera, lo que fue rechazado por considerarlo demasiado radical.

Tras este rechazo, Malone emigró hacia McKinsey & Co., General Instruments y finalmente a Tele-Communications Inc. (TCI).

‘Fruta’ irlandesa
● Aunque Malone ya es dueño de aproximadamente 8 mil 500 kilómetros cuadrados de propiedades en EU, no se limita al realizar nuevas compras. Este año adquirió el Castillo Humewood, cerca de Dublín, por 10 millones de dólares, solo porque le gustó a su esposa. Aunque advirtió que el castillo es un “plátano verde”, ya que tomarán años de restauración antes de que pueda ser ocupado. 

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