El mercado global del acero, que alcanzó un valor de 1.3 billones de dólares en 2015, está en aprietos. Productores alrededor del mundo, tanto en países desarrollados como emergentes, enfrentan problemas debido a un enemigo común: la sobreoferta.
Entre el 2000 y el 2014, la producción global de acero se dobló en tamaño, persiguiendo la fuerte demanda resultante del boom de infraestructura de los mercados emergentes como China. Pero a medida que la demanda se ha desacelerado, el superávit de oferta ha deprimido los precios.
Datos de la Asociación Mundial del Acero (WSA, por sus siglas en inglés) muestran que el año pasado el mundo produjo casi 1.7 mil millones de toneladas de acero, mientras que el consumo de éste fue de más de 1.5 mil millones de toneladas. Este abasto excesivo implicó un declive de 44 por ciento en el precio del acero durante el 2015.
En México, el resultado de esto fue una caída interanual de 22.7 por ciento en los ingresos de las empresas siderúrgicas que cotizan en el mercado de valores, los cuales tocaron su nivel más bajo desde 2009.
De igual forma, cifras de la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y el Acero (Canacero) muestran que la inversión por parte de la industria siderúrgica mexicana cayó 38 por ciento contra lo registrado en 2014.
Salvador Quesada, director general de la Canacero, declaró la semana pasada que “gran parte de las inversiones fueron para mantenimiento; lo que vemos es que el entorno global está afectando a la industria, la cual está a 60 por ciento de su capacidad total (de producción)”.
Así como en México, los productores acereros de otros países emergentes enfrentan dificultades para encontrar demanda debido a la desaceleración del crecimiento económico global, y ven presionados sus ingresos debido al colapso en los precios.
Los productores de países desarrollados no se salvan, pues los mayores costos laborales, energéticos y ambientales a los que se enfrentan dificultan su supervivencia en el actual entorno de bajos precios.
Culpa china
La culpa de la sobreoferta frecuentemente es imputada a China, el mayor productor y consumidor del mundo. El gigante asiático representa más de la mitad del mercado global de acero, y se prevé que mantendrá su liderazgo como productor y consumidor durante la próxima década.
Algunos países acusan a China de impulsar sus exportaciones a precios de competencia desleal. Estas acusaciones de dumping llevaron a la aplicación de tarifas punitivas sobre las importaciones chinas de acero, que ahora pagan un arancel de hasta 266 por ciento en Estados Unidos y de 15 por ciento en México.
Sin embargo, China no es el único país responsable de inundar el mercado siderúrgico global con acero barato. La consultora CRU estima que, a pesar de su liderazgo en términos absolutos, la segunda mayor economía del mundo sólo exporta el 12 por ciento de su producción acerera, mientras que Brasil y Rusia exportan el 24 y el 29 por ciento, respectivamente.
Esta situación difícilmente cambiará en el mediano plazo, ya que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) estima que para el 2017 la capacidad de producción siderúrgica del Medio Oriente crecerá 50 por ciento, la de África 20 por ciento y la de Latinoamérica 10 por ciento.
Innovar o morir
Aunque en los países desarrollados los grandes productores de acero crudo, utilizado como materia prima, se ven en problemas, sus rivales de menor tamaño y mejor tecnología pueden competir de forma más eficiente y sobrevivir.
Las grandes acereras requieren mineral de hierro y grandes instalaciones de fundición a base de carbón y gas natural; todo esto implica mayores costos laborales y energéticos.
En cambio, competidores de menor tamaño utilizan tecnología más nueva, como hornos de arco eléctrico, que tienen menores costos energéticos y utilizan materia prima más barata, como la chatarra. Sus costos laborales también son más baratos y adaptables.
Es por esto que la revista británica The Economist recomienda que en lugar de buscar salvarse a través de aranceles proteccionistas las acereras deberían enfocarse en mejorar su tecnología, con los gobiernos ofreciendo apoyo económico y educativo para los trabajadores desplazados de aquellas empresas que no puedan sobrevivir.
Pero aún con recortes masivos de producción, y las pérdidas de empleos que esto implica, es poco probable que el mercado se recupere antes del 2018. “Va a ser un mundo calamitoso en el que leeremos acerca de bancarrotas, acerca de plantas acereras vendidas a precios ultra-bajos, y en el que en China probablemente se vivirá algo aún peor que fuera del país”, dijo Peter Marcus, socio gerente de la consultora World Steel Dynamics en entrevista con Bloomberg.