El choque que viene
La democracia estadounidense se jacta de ser una República cuyos pesos y contrapesos constitucionales la hacen inmune a los excesos del autoritarismo. Hasta ahora, estos pesos y contrapesos han probado ser eficientes en la preservación de las instituciones del país.
Esto también se extiende al campo de la política económica, donde la condición de independencia de la Reserva Federal representa una de las mayores limitantes para el poder presidencial.
Indigo Staff
La democracia estadounidense se jacta de ser una República cuyos pesos y contrapesos constitucionales la hacen inmune a los excesos del autoritarismo. Hasta ahora, estos pesos y contrapesos han probado ser eficientes en la preservación de las instituciones del país.
Esto también se extiende al campo de la política económica, donde la condición de independencia de la Reserva Federal representa una de las mayores limitantes para el poder presidencial.
Los roces entre los presidentes de Estados Unidos y los miembros de la Reserva Federal no han sido casos extraños. La presión que ejerció Richard Nixon sobre el presidente del banco central Arthur Burns está perfectamente bien documentada. Asimismo, George H.W. Bush culpó públicamente a Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, de su derrota electoral de 1992.
La historia podría repetirse en la administración de Donald Trump, un personaje al que frecuentemente se le asigna la etiqueta política del populismo. En campaña, Trump atacó abiertamente a la Reserva Federal y a su presidenta, Janet Yellen. Dijo que las decisiones de política monetaria del banco central se tomaron en función de un razonamiento político abocado a favorecer al gobierno Barack Obama y a la candidata demócrata Hillary Clinton.
Aunque las hostilidades públicas de Trump y de su equipo cesaron por completo cuando asumió la presidencia, el consenso de analistas coincide en que la Reserva Federal y el poder ejecutivo se encaminan hacia un conflicto.
Hoy inicia una reunión de dos días de la Reserva Federal. De acuerdo a las intervenciones públicas de los miembros del banco central y a las probabilidades que el mercado asigna a los diferentes escenarios de política monetaria, es prácticamente un hecho que se elevará la tasa de interés de referencia en 25 puntos base en esta junta. Ésta sería la tercer alza de la tasa de fondos federales en lo que va del periodo posterior a la crisis global de 2008.
Dado que la economía estadounidense ha consolidad su recuperación, el mercado considera que la Reserva Federal se está encaminando hacia una postura de política monetaria más restrictiva, abocada a contener la inflación, que deriva de un mayor dinamismo económico.
Tres alzas para 2017
Las probabilidades implícitas del mercado de futuros de la tasa de fondos federales denotan que los inversionistas esperan que el banco central elevará su tasa de interés de referencia en tres ocasiones en 2017. Esto marca un punto y aparte respecto de una política monetaria laxa (en niveles cercanos a cero) que fungió como un motor de estímulo tras la Gran Recesión.
El presidente Trump recibió uno de los cuadros económicos más saludables de los que se tenga memoria. Desde mayo, cuando la tasa de desempleo cayó debajo de 5 por ciento (nivel asociado al pleno empleo), la economía ha añadido, en promedio, 215 mil empleos no agrícolas cada mes.
La Reserva Federal argumenta que este ritmo es insostenible y que podría generar presiones inflacionarias que la obligarán a actuar con alzas en los tipos de interés, una medida que opera en detrimento de la actividad económica.
Éstas son malas noticias para los planes de crecimiento de Donald Trump, quien prometió en campaña que Estados Unidos crecería a tasas de al menos 4 por ciento.
Economistas de todo el espectro ideológico indican que esto, más que una promesa, es un deseo que difícilmente podrá consolidarse. La Reserva Federal considera que la economía estadounidense se expandirá a una tasa de 2.1 por ciento este año, por encima de la tasa máxima sostenible (que no ejerza presiones inflacionarias significativas) de 1.8 por ciento.
El consenso de analistas refiere que el triunfo electoral de Trump obedeció en gran medida a su empatía por la pobre situación económica de estados manufactureros como Ohio y Pennsylvania. En ese sentido, se espera que el presidente utilice su capital político para implementar una agenda pro crecimiento que “traiga devuelta los empleos”.
Esto genera disonancia cognoscitiva, considerando que la economía estadounidense se encuentra cerca del pleno empleo, que los índices accionarios cotizan casi en máximos históricos, que el empleo y los salarios siguen creciendo y que los índices de confianza del consumidor y de las empresas se mantienen optimistas.
Reserva Federal: lista para actuar
Los incrementos en la tasa de interés de referencia son el principal instrumento de la Reserva Federal para combatir la inflación. Janet Yellen declaró recientemente que no dudarían en usar este instrumento si el crecimiento económico derivaba de casusas primordialmente “de demanda”. Este tecnicismo hace alusión a que el recorte generalizado de impuestos que promete el presidente Trump sería rápidamente neutralizado con el fin de contener las presiones inflacionarias.
Esta administración pretende, entre otras cosas, reducir la tasa de impuesto corporativo de 38 por ciento a alrededor de 20 por ciento. El recorte de impuestos es el eje de las políticas de estímulo de la agenda Trump, que también incluyen un programa de infraestructura y un desmantelamiento de las regulaciones federales.
La postura actual de la Reserva Federal es un indicador de que las condiciones económicas de Estados Unidos mejoran. No obstante, esta posición podría no estar en línea con los objetivos de la administración de Donald Trump, quien cuenta con la oportunidad de designar a dos de los siete miembros de la Junta de Gobierno de la Reserva Federal y de sustituir a Yellen en 2018.