El futuro está aquí

El futuro está entre nosotros  y parece tener forma de otra revolución industrial.

La primera revolución industrial sucedió en Inglaterra a finales del siglo 18, cuando se comenzaron a usar máquinas en la industria textil, permitiendo la producción de productos a precios más bajos.

Después se apuntó Estados Unidos con la fabricación en masa, inventada por Henry Ford y su sistema de una línea de ensamblaje.

Eduardo Flores Eduardo Flores Publicado el
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1908
Año de inicio de la producción en serie con el modelo T de Ford, arrancando así la segunda revolución industrial
"Mucha gente se beneficia de la nanotecnología no lo sabe. Ha favorecido avances que se creían ciencia ficción”
Antonio CorreiaPresidente de Phamtoms Foundation

El futuro está entre nosotros  y parece tener forma de otra revolución industrial.

La primera revolución industrial sucedió en Inglaterra a finales del siglo 18, cuando se comenzaron a usar máquinas en la industria textil, permitiendo la producción de productos a precios más bajos.

Después se apuntó Estados Unidos con la fabricación en masa, inventada por Henry Ford y su sistema de una línea de ensamblaje.

Hoy parece estar naciendo la tercera revolución de la industria, que permitirá al mundo fabricar más productos con más sofisticación, usando todavía menos mano de obra.

Una parte importante se debe a la cambiante demanda que enfrentan las empresas.

Cuando Ford creó su innovador modelo-T no había opciones para el consumidor. La personalización no entraba en  los planes del fabricante.

En esa época, Ford respondió ante un periodista que el consumidor podría escoger cualquier color de automóvil que quisiera, siempre y cuando éste fuera negro.

Cambio en la demanda

Contrario a los tiempos de Ford, el consumidor moderno busca una personalización casi patológica.

Teléfonos celulares, computadoras, automóviles y hasta zapatos se han vuelto formas de expresar la individualidad, y los fabricantes se han tenido que adaptar.

Por ejemplo, los auriculares para personas con dificultades para escuchar ya se están fabricando a las necesidades específicas del cliente. Usando una impresora en tres dimensiones que fabrica la pieza minutos después de haberse diseñado en una computadora en la misma tienda.

La demanda empuja a la oferta a tratar cosas nuevas, pero una serie de descubrimientos científicos parecen alinearse perfectamente con la historia de las revoluciones industriales.

La creación de materiales nuevos permitirá innovaciones que hoy son difíciles de imaginar.

Por ejemplo, la fibra de carbono que está reemplazando al acero y el aluminio, que alguna vez fueron emblema de prosperidad y modernidad en miles de productos.

Desde aviones y partes de automóviles hasta bicicletas de montaña, la fibra de carbono permitirá mayor especialización en muchas otras áreas.

Pequeñas aeronaves podrían volar por el cielo llevando a cabo tareas de construcción y los satélites serían mucho más fáciles y baratos de lanzar.

La ingeniería a escala mínima también cambiará la regla del juego. Lo que se conoce como nanotecnología consiste en crear sistemas de importante sofisticación ingeniera en partículas que no son visibles al ojo humano.

Así se han creado pilas y pantallas más pequeñas, motores más eficientes e incluso aparatos médicos que podrían detectar y curar enfermedades con mayor precisión.

Internet, más allá del e-mail

El auge de las comunicaciones también es determinante. El Internet ya no se usa solo para mandar correos electrónicos, como en sus inicios, sino para transmitir conocimientos.

Los innovadores pueden contactarse entre sí alrededor del mundo con facilidad y hasta obtener financiamiento por medio del Internet, estimulando aún más los grandes descubrimientos.

En el área médica, doctores en Estados Unidos se enlazan a robots en otras partes del mundo para realizar delicadas operaciones.

Finalmente, la inteligencia artificial está mejorando a un ritmo sin precedente. Robots en fábricas son programados para reaccionar, incluso antes que los humanos,  ante cambios que los clientes quieren en sus productos.

Una computadora llamada “Watson” ha aprendido a leer información y tomar decisiones basadas en ella.

A diferencia de una computadora común, que puede buscar información en bases de datos perfectamente curadas por usuarios, Watson puede tomar archivos directamente de Internet, como de foros o publicaciones impresas, y tomar decisiones importantes, como invertir en una acción o predecir revoluciones sociales. Citigroup ya contrató a IBM para usar a la computadora a su gusto.

Adaptarse o desaparecer

La combinación de una demanda más flexible, materiales y conocimientos nuevos y mejor inteligencia artificial parecen apuntar a que pronto el mundo se verá sumergido en otro cambio radical. Y como cualquier revolución, ésta vendrá con costos.

La comunicación digital ya ha estremecido a los medios de comunicación y a las disqueras, que han tenido que innovar o morir.

La manufactura se ha vuelto cada vez más obsoleta, tomando en su lugar especialistas en sistemas, ingenieros y técnicos en logística.

Los trabajadores con menos conocimientos en matemáticas verán la demanda por sus servicios caerse.

Además, no habrá un solo país que se beneficie o se perjudique. El cambio será global y cambiará la manera en la que se produce.

Debido a que el consumidor buscará cambiar rápidamente de productos y que además éstos sean personalizados, las fábricas tendrán que estar más cerca de los mercados. Nadie esperará semanas por una computadora o un auto nuevo.

De hecho, el proceso ya inició, según el Boston Consulting Group, hasta un 30 por ciento de los productos de tecnología y maquinaria que actualmente se producen en China podrían fabricarse en Estados Unidos para el 2020.

Esto es un reto para México, pero también una oportunidad. Se deberá adaptar de una economía que produce cosas idénticas eficientemente, a una que inventa constantemente nuevos productos.

La cercanía con Estados Unidos, las dos costas con acceso a todo el mundo y la cantidad de tratados comerciales que gozamos con la mayoría de los países pueden servir como puntos para vender nuestra competitividad.

Pero a fin de cuentas, para aprovechar esta tercera revolución industrial, el trabajo más arduo se debe hacer en casa.

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