El dolor del campo mexicano

Cuando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entró en vigor el primero de enero de 1994, mucho se prometió acerca del futuro económico de México, pleno de las inversiones extranjeras y exportaciones en crecimiento que el libre comercio traería consigo. México importaría materias primas baratas y exportaría productos como artículos electrónicos y otras manufacturas.

Rolando Hinojosa Rolando Hinojosa Publicado el
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del maíz en México proviene de Estados Unidos, cuando antes del TLCAN solo era el 8 por ciento
Durante la primera década del TLCAN, la oleada de productos agrícolas baratos, incluyendo maíz, trigo, y carne, que llegó a México proveniente de EU deprimió los precios de los productores mexicanos por debajo de los costos de producción
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Cuando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entró en vigor el primero de enero de 1994, mucho se prometió acerca del futuro económico de México, pleno de las inversiones extranjeras y exportaciones en crecimiento que el libre comercio traería consigo. México importaría materias primas baratas y exportaría productos como artículos electrónicos y otras manufacturas.

Pero, 20 años después, la realidad no es tan claramente positiva. Timothy A. Wise, director de investigación de políticas en el Instituto Global de Desarrollo y Ambiente de la Universidad de Tufts, apunta que uno de los sectores que más ha sufrido de los efectos negativos de la apertura comercial ha sido el campo mexicano, que no ha podido competir con la entrada masiva de productos baratos de otros países, principalmente de Estados Unidos. 

Wise indica que durante la primera década del TLCAN, la oleada de productos agrícolas baratos, incluyendo maíz, trigo, y carne, que llegó a México proveniente de Estados Unidos deprimió los precios de los productores mexicanos por debajo de los costos de producción. Esto sacó a los productores mexicanos de la competencia, obligando al país a importar cada vez más productos. 

Actualmente, México importa aproximadamente el 42 por ciento de sus alimentos, sobre todo a través de Estados Unidos.

Un producto mexicano que sufrió efectos particularmente devastadores fue el maíz, ya que los precios de las cosechas de este cayeron aproximadamente 66 por ciento. 

Diversos análisis históricos de la situación apuntan a que una de las principales causas de esta caída fue el dumping realizado por Estados Unidos. 

En comercio internacional, el dumping se refiere a la práctica donde una empresa exportadora establece, para los productos exportados, un precio menor que los costos de producción de las empresas que producen el mismo producto en el país al cual se exportará, sacando de competencia a la empresa local.

En el caso del TLCAN, el aumento en las exportaciones de maíz de Estados Unidos, que se incrementaron alrededor de cuatro veces, a precios 19 por ciento menores -gracias a los subsidios gubernamentales- que los costos de producción de los granjeros estadounidenses hundió al maíz mexicano y a sus productores. El trigo, el algodón, el arroz y la soya de México vivieron situaciones similares, con aumentos de importaciones y caídas de precios.

Dependencia y encarecimiento

Por supuesto, no todo para el campo mexicano es tragedia con el TLCAN. Las exportaciones mexicanas de productos como tomate y fresa, sobre todo hacia Estados Unidos, también aumentaron. 

Sin embargo, Wise subraya que es importante decir que las exportaciones de estos productos no lograron compensar el déficit generado por el aumento de las importaciones de alimentos básicos.

Con el campo mexicano incapaz de competir con los productos baratos provenientes de Estados Unidos, México se volvió cada vez más dependiente de las importaciones estadounidenses para satisfacer su demanda doméstica y sus necesidades alimentarias. Para mediados de la década pasada, el país importaba ya más del 40 por ciento de su comida. 

La dependencia de las importaciones de maíz pasó de 8 por ciento antes del TLCAN a 32 por ciento después de éste. 

El país importaba el 60 por ciento del trigo que consumía, cuando antes importaba menos del 20 por ciento. En cuanto a la soya, el arroz y el algodón, la dependencia era mayor al 70 por ciento.

Y con la dependencia vino la vulnerabilidad. En 2007, cuando los precios internacionales de algunos de los principales productos agrícolas se doblaron y triplicaron, aquellos países dependientes de la importación de estos productos pagaron un alto costo, incapaces ya de competir con la producción estadounidense y de evitar así tener que pagar los precios más altos. 

Al igual que con el dumping, el aumento en los precios tiene su raíz en las políticas de Estados Unidos, cuyos subsidios e incentivos dirigieron el 40 por ciento de su producción de maíz a la generación de etanol. 

Como resultado, el precio del maíz se disparó, junto con los precios de cosechas relacionadas, como la soya y el trigo, y de productos animales, ya que estos productos se utilizan también para alimentar ganado.

El balance para México

El aumento en las importaciones y en los precios agrícolas resultó en un duro castigo para México. El valor de estas importaciones alcanzó los 20 mil millones de dólares anuales, y el déficit comercial agrícola de México rebasó los 4 mil millones de dólares. 

Wise estima que, entre 1997 y el 2005, los productores mexicanos de maíz, soya, trigo, arroz, algodón; y ganado como res, puerco y aves, sufrieron pérdidas totales de 12.8 mil millones de dólares.

Las pérdidas anuales promedio, de 1.4 mil millones de dólares, son equivalentes al 10 por ciento del valor total de las exportaciones agrícolas mexicanas a los Estados Unidos.

Wise indica que quizá uno de los puntos que más claramente señala el efecto negativo del TLCAN sobre la situación del campo mexicano es la alimentación mexicana. Actualmente, 55 millones de mexicanos -casi la mitad de la población- vive en pobreza, en gran parte sin acceso certero a la alimentación.

Con estos resultados, en la opinión de Wise, es difícil llamar al experimento mexicano del TLCAN en el comercio de alimentos otra cosa que un fracaso, y uno bastante costoso en términos tanto económicos como sociales.

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