Las naciones atraviesan una crisis en materia de toma de decisiones políticas exacerbada por el estado de la economía internacional y la incapacidad de poder satisfacer las necesidades de su ciudadanía.
No resulta fortuito que, al mismo tiempo en que la actividad económica global registra un ritmo de crecimiento por debajo del promedio histórico del Fondo Monetario Internacional (FMI), la democracia alrededor del mundo se encuentre en franco estado regresivo, de acuerdo con el Índice de la Democracia elaborado por la Unidad de Inteligencia de la célebre publicación “The Economist”.
Y es que, aunque no es el único factor que interviene en la toma de decisiones políticas, el desempeño económico de las naciones figura como un aspecto determinante para que la sociedad y los grupos de poder rompan con los paradigmas institucionales, comerciales y hasta civiles que han dado forma al orden mundial que se conoce y que se estableció luego de la segunda guerra mundial, como ha venido sucediendo, considera Aníbal García, investigador del Observatorio Lawfare.
“Las salidas políticas a crisis económicas han tenido que ver con medidas, a veces draconianas y también excluyentes, incluso con aspectos que pueden llegar a ser difíciles de cumplir o políticas de orden económico que no se aprobarían en un contexto donde la población no estuviera en una condición adversa; por eso el contexto de crisis económica favorece a que las posturas ideológicas y políticas radicales tomen fuerza”, expone García.
Al respecto, es posible observar cómo dentro de la considerada nación más avanzada de occidente, Estados Unidos, ha tomado fuerza el posicionamiento de agendas cada vez más antidemocráticas y agresivas, como la de limitar la mano de obra migrante o la de marginar de toda la gama de servicios básicos a casi 40 millones de personas pobres dentro de dicho país, según datos de su Oficina del Censo; posturas que se han personificado en Donald Trump, considerado por gran parte de la opinión pública como el próximo presidente de la nación norteamericana.
Incluso el panorama internacional destaca porque, aunque naciones como China, que ya figura como la segunda economía más grande del mundo, o Rusia, que ha logrado sortear las sanciones que le ha impuesto la Unión Europea, son consideradas naciones poco democráticas, y con estrategias comerciales incluso invasivas; Alemania y España, que se posicionan en el marco de los países plenamente democráticos, según “The Economist”, viven un auge de movimientos de odio y extremistas dentro de sus respectivos sistemas electorales, justo cuando la desaceleración de la economía europea tiene a la región estancada, como lo exponen los datos de la Oficina Europea de Estadística.
La caída de la democracia ha dejado grandes pérdidas a la población
El hecho de que el orden político vigente y sus dinámicas electorales se encuentren en crisis ha sido resultado, mayoritariamente, del resultado económico que ha obtenido la ciudadanía; provocando de manera subsecuente un mayor empobrecimiento de la población y una pérdida gradual de su calidad de vida, puntualiza Enrique Dussel, profesor e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Lo que se ha generado en las diversas economías a raíz de la caída de las democracias es una gran insatisfacción a escala global tanto en Europa, Estados Unidos y América Latina, por ejemplo; marcada por los crecimientos económicos bajos, pero sobre todo, porque no aumenta la calidad en el nivel de vida de la población, sin sumar las demás problemáticas con las que lidian las naciones y que resultan en decepción ante las respectivas democracias”, comenta Dussel.
De lo anterior que, de forma paralela al retroceso que atraviesa la democracia global, actualmente se vive una época dorada de la desigualdad, donde la riqueza conjunta de los cinco hombres más ricos del mundo se ha duplicado y donde se requerirán 230 años para poder erradicar la pobreza, advierte Oxfam.
La democracia a futuro
De acuerdo con los investigadores consultados por este medio, a mediano y largo plazo no se vislumbra una caída total del sistema político democrático, pero sí un proceso de transición hacia modelos de toma de decisiones, y económicos, alternos; un contexto donde las disputas comerciales, económicas y hasta bélicas a nivel regional formarán parte de una nueva normalidad, y donde las posturas extremistas amenazan con multiplicarse, sobre todo porque más de la mitad de la población mundial se encuentra insatisfecha con la democracia, exponen los datos del Pew Research Center.