Ante la crisis en Chipre, la pequeña isla europea que se ha vuelto el centro del nuevo capítulo en la crisis de deuda, los legisladores dieron un revés a los planes de rescate de la Unión Europea.
Previendo la necesidad de que Chipre fuera rescatado por el Banco Central Europeo, el plan financiero estipulaba que, de los 15.8 mil millones de euros que necesita el país para no quebrar, 5.8 mil millones provinieran del país mismo. Para esto, se recomendó establecer un impuesto a los depósitos bancarios, de alrededor del 4 por ciento.
Notando el rotundo rechazo de la población a la medida, los legisladores chipriotas votaron en contra de la medida, con 36 votos en contra y 19 a favor, por lo que el impuesto no se cobrará.
Aunque Chipre maneja poco menos de .5 por ciento de la economía de la Eurozona, el miedo de la resolución sobre su caso ha causado desenfreno en los mercados financieros.
El euro se encuentra en su punto más bajo en lo que va del 2013, y el S&P 500 ha caído más de 1.1 por ciento en correlación a la situación en Chipre.
Dado a que Chipre decidió no proveer del fondeo suficiente para completar su rescate, queda en las manos de las autoridades del Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional el decidir qué hacer con el dinero faltante.
Estimando la reacción de las autoridades alemanes, que proveen la mayor parte de los rescates de la Zona Euro, se prevee difícil que se proponga un rescate donde las autoridades continentales tomen el precio completo del paquete que necesitan.
Igualmente se ha postulado la idea de que Chipre financie su rescate de un modo que no afecte directamente a sus contribuyentes, pero la carencia de liquidez hace difícil el encontrar un mecanismo eficaz de donde surja el dinero necesario.
Con esta situación, las autoridades europeas tendrán que decidir qué tanto están dispuestas a arriesgar la integridad de la Eurozona.