Hay un dicho que nos advierte: “El camino hacia el infierno está pavimentado de buenas intenciones”. En ninguna otra área de economía suena más apropiado que en el caso del desarrollo.
Han subido al radar de discusión internacional los economistas que señalan los errores cometidos con buenas intenciones al tratar de remediar la pobreza en el mundo.
Uno de estos notables ejemplos sucedió en África, en el empobrecido país de Malaui.
La principal causa de muerte entre niños en esa zona se debe a la malaria, una enfermedad que se transmite mediante la picadura de un mosquito. La enfermedad es curable, pero la tasa de infección es tan alta que termina por acabar con muchas vidas.
En un intento por mejorar la calidad de vida de la población, algunas organizaciones de caridad distribuyeron millones de redes contra mosquitos para evitar la entrada de estas pequeñas criaturas a los hogares.
Sin embargo, eso afectó el ingreso de muchas personas de la zona. Los pequeños empresarios que se dedicaban a hacer redes y venderlas quebraron repentinamente, quedándose sin empleo ni forma de subsistir.
Además, quizá por que las redes fueron regaladas y no les costaron a los usuarios, cayeron en desuso e incluso a veces fueron utilizadas para otros fines, como pescar y, en otros casos, ¡como redes en porterías de futbol!
Desde entonces los economistas se han quebrado la cabeza sobre cómo solucionar estos problemas en la práctica. Por ejemplo, en Kenia, especialistas hicieron otro experimento, pero esta vez vendiéndolas a diferentes costos, con el fin de analizar el uso de la redes según el costo.
Encontraron que no había diferencia en uso entre los que pagaban por ella y los que la recibían gratis, dejando a los investigadores con más dudas que respuestas sobre qué hacer al respecto.
En la actualidad hay numerosas iniciativas de programas para aliviar la pobreza, sin embargo, pocos ejemplos de evaluaciones para conocer si estas no son sólo buenas intenciones.
Pero si se busca el desarrollo autosustentable de una comunidad es necesario al menos entender que no hay soluciones fáciles ni de una sola talla, sino que éstas deben ser hechas a la medida.
En el área de desarrollo económico, el conocimiento sobre el comportamiento humano debería venir antes que las acciones, pues el resultado podría ser contraproducente.