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El efímero Mexican Moment le debió gran parte de su éxito a la reforma energética promulgada en septiembre del año pasado. Pese a que la producción petrolera mexicana se redujo de 3.4 millones de barriles diarios en 2004 a 2.2 millones de barriles diarios en 2014, el cambio llegó demasiado tarde.
El escenario de bajos precios del petróleo amenaza el éxito de dos de los principales objetivos de la reforma: la llegada masiva de inversión y el impulso a la producción de crudo nacional. El reproche más escuchado es que la reforma debió haberse hecho cuando el valor del crudo se encontraba encima de los cien dólares.
La primera licitación de la Ronda Uno fue un fracaso si se considera la expectativa oficial. Únicamente se asignaron dos de los catorce bloques concursados. La inversión anunciada de mil millones de dólares contrastó con las estimaciones de la Comisión Nacional de Hidrocarburos de que se podrían atraer hasta 18.2 mil millones de dólares en esta etapa .
Las rígidas condiciones impuestas por el Estado y el poco atractivo de los campos petroleros licitados fueron citados como las principales causas del fracaso. El gobierno modificó algunos de los lineamientos para la segunda licitación, cuya presentación de propuestas se llevará a cabo el 30 de septiembre e incluye cinco áreas. La expectativa aún se mantiene débil.
La segunda y la tercera licitación, las únicas programadas hasta el momento, incluyen la extracción en aguas someras y en campos terrestres. No obstante, estos procesos están lejos de despertar el interés de las grandes firmas energéticas globales en un contexto en el que la industria se encuentra en retirada.
Las joyas de la corona de la reforma energética se encuentran en los campos de aguas profundas del Golfo de México en mayor medida y en los campos de recursos no convencionales (shale). La explotación de ambos implica altos costos que vuelven necesario un rebote en los precios del crudo para que sean rentables.
Es probable que el potencial esperado de la reforma, pensada en tiempos de la bonanza petrolera, no llegue en un largo tiempo. Los bajos precios del petróleo continúan siendo el principal obstáculo que está limitando el proyecto emblema del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto.
El secretario de Hacienda ha reiterado en sus intervenciones públicas que el diagnóstico del gobierno es que los factores que ocasionaron la caída de los precios del petróleo son estructurales, de modo que el valor del crudo no se recuperará en el corto plazo.
Consolidación y recortes
La reforma energética llegó en un momento en que las grandes firmas petroleras se encuentran a la defensiva.
Más que pensar en la inversión en nuevos proyectos, el sentimiento del mercado gravita hacia un proceso de consolidación. La adquisición de BG Group por parte de Royal Dutch Shell en abril puso la carta de las fusiones sobre la mesa.
Aneek Haq, jefe de investigación de petróleo de la firma de inversión Exane BNP Paribas, dijo que el acuerdo ha puesto presión sobre las grandes compañías energéticas para actuar en consecuencia: “Shell fue oportunista, por lo que Exxon podría sentir la necesidad de seguir sus pasos”.
Mientras los directivos de las grandes firmas petroleras se concentran en la consolidación, se han suspendido proyectos alrededor del mundo por más de 220 mil millones de dólares en lo que va del año, de acuerdo con Wood Mackenzie, una consultoría energética La austeridad impuesta por los bajos precios del crudo amenaza con extender el recorte de nuevos proyectos, entre los cuáles podrían estar los nuevos campos a licitar en la Ronda Uno.
Wood Mackenzie estima que proyectos por más de 1.5 billones de dólares han sido declarados como económicamente inviables. Para 2015 y 2016, el número de proyectos nuevos aprobados por año ronda apneas una docena, en franco contraste con el promedio anual histórico de 60 proyectos inéditos.