Canadá voltea a México
La apertura del sector energético mexicano fue descrito como un hito por inversionistas y medios internacionales. Las potenciales oportunidades de inversión se reflejaron en una creciente expectativa que derivó en un efímero concepto que se denominó Mexican Moment.
Al interior del país, las promesas de la reforma energética se centraron en la llegada masiva de capital que a la larga contribuiría a un crecimiento económico a tasas de cinco por ciento anual para finales del sexenio.
Rodrigo Carbajalhttps://www.youtube.com/watch?v=0Be5ps9cabU
La apertura del sector energético mexicano fue descrito como un hito por inversionistas y medios internacionales. Las potenciales oportunidades de inversión se reflejaron en una creciente expectativa que derivó en un efímero concepto que se denominó Mexican Moment.
Al interior del país, las promesas de la reforma energética se centraron en la llegada masiva de capital que a la larga contribuiría a un crecimiento económico a tasas de cinco por ciento anual para finales del sexenio.
A más de un año de la promulgación de la reforma energética, comenzaron a surgir dudas. La caída del precio del petróleo a niveles que rondan los 40 dólares, así como la fallida primera licitación de la Ronda Uno que únicamente logró captar mil millones de dólares en inversión generaron escepticismo sobre los alcances de la apertura.
Sin embargo, la cancelación del proyecto de oleoductos Keystone XL por parte del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, abrió una ventana de oportunidad para México.
TransCanada, la firma que fracasó en su lucha de casi siete años para conseguir la aprobación del proyecto de ductos que cruzaría a lo largo de Estados Unidos, ha virado su enfoque hacia México.
El 10 de noviembre, la compañía ganó la licitación de la construcción del gasoducto de 263 kilómetros entre el puerto de Tuxpan y Tula, Hidalgo. En el proceso, la empresa superó a las firmas rivales Grupo Carso, del empresario Carlos Slim, y IENOVA, dirigida por el ex director de Pemex y ex secretario de Comunicaciones y Transportes Carlos Ruiz Sacristán.
Éste es el sexto proyecto de TransCanada en México, donde la firma ya cuenta con los derechos para operar y desarrollar alrededor de 2 mil kilómetros de ductos.
Oportunidades mexicanas
Robert Jones, presidente de las operaciones de TransCanada en México, dijo en entrevista con Bloomberg que la compañía planea invertir 3.2 mil millones de dólares en el país para el 2017.
Además, refirió que la firma está interesada en las siguientes cinco licitaciones de ductos que realizará la Secretaría de Energía antes de que finalice el mes de enero del año próximo.
TransCanada ha dicho que México representa uno de los principales ejes de su estrategia de expansión. Al respecto, Jones declaró a la agencia Bloomberg que la compañía “encuentra un número importante de oportunidades en el corto y en el largo plazo”.
En junio, Enrique Ochoa Reza, director de Comisión Federal de Electricidad, anunció que para el 2018 el país extenderá su infraestructura de ductos en un 75 por ciento mediante 24 licitaciones, las cuales derivarán en una inversión total de 10 mil millones de dólares.
La negativa de Obama
Cuando el 06 de noviembre el presidente estadounidense Barack Obama anunció el rechazo del proyecto Keystone XL, cerró siete años de amargo desacuerdo y negociaciones prolongadas entre Estados Unidos y Canadá.
La aprobación de la construcción del oleoducto, planeado a un costo de 8 mil millones de dólares y con una longitud de mil 900 kilómetros y una capacidad para transportar hasta 830 mil barriles de petróleo diarios, era una de las principales metas del gobierno del ex-primer ministro canadiense Stephen Harper.
Sin embargo, en Estados Unidos el proyecto cayó en la polarización política, apoyado por intereses energéticos y por miembros del Partido Republicano al mismo tiempo que fue repudiado por ambientalistas y por miembros del Partido Demócrata.
A pesar de que Obama citó al cambio climático como uno de los principales motivos del rechazo de Keystone XL, el mandatario también indicó que el proyecto se había convertido en un símbolo político con un peso exagerado.
Para Obama la polarización en torno al oleoducto “ofuscó el hecho de que éste no sería ni una panacea para la economía, como prometieron algunos, ni una vía directa hacia el desastre climático como proclamaban otros”.
Esto hace referencia a que el proyecto sólo emplearía a unos cuantos miles de trabajadores en su construcción y a alrededor de 50 empleados en su operación, y a que su construcción resultaría en un aumento de sólo 0.4 por ciento en la generación anual de contaminación de carbono correspondiente a Estados Unidos.