A todas luces, la XI Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que tuvo lugar en Buenos Aires, Argentina la semana pasada fue un fracaso. El evento, que reunió a los ministros de Comercio de más de 160 países, no significó avance alguno respecto al estancamiento de las negociaciones comerciales en torno a la Ronda de Doha, el plan de reforma del sistema comercial global que se inauguró en el 2001.
La Conferencia Ministerial estuvo marcada por el antagonismo que generó el enfoque pseudo proteccionista de la administración de Donald Trump, arraigado en el discurso de confrontación que asumió Robert Lighthizer, el representante comercial de Estados Unidos (USTR), en un momento crucial para el comercio global.
Para nadie es un secreto que el gobierno estadounidense es el crítico más feroz y de mayor peso del sistema comercial multilateral. La administración de Donald Trump ha insistido una y otra vez en las fallas de este sistema, particularmente en la inefectividad del mecanismo de resolución de disputas y la recurrente tendencia de China a violar las reglas de la organización.
Por eso, tanto Lighthizer como Wilbur Ross, secretario de Comercio, han referido que Estados Unidos se siente mucho más cómodo con la nueva negociación de tratados bilaterales que con el status quo del sistema comercial multilateral.
En el corto plazo esto implica que el gobierno estadounidense podrá ejercer una influencia asimétrica para extraer concesiones específicas de sus socios comerciales. Esto se ha vuelto patente en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con México y Canadá.
No obstante, en el largo plazo, el desmantelamiento del sistema comercial multilateral, que privilegia un enfoque de reglas, abre la puerta a una guerra arancelaria abierta entre Estados Unidos y sus socios comerciales. El marco legal de la OMC es la última barrera que se interpone entre el status quo y la promesa de campaña de Donald Trump de gravar las exportaciones chinas y mexicanas con tasas de 45 por ciento y 35 por ciento, respectivamente.
Fin de la OMC: un peligro para México
“En retrospectiva, el 2017 podría significar el principio del fin para el orden de libre comercio basado en reglas, el sistema se está desmantelando”, dijo a la agencia Reuters, Andre Sapir, un investigador del centro Bruegel, un distinguido think tank cuya sede está en Bruselas. “Esto derivaría en un sistema en el que los jugadores más fuertes presionan a los más pequeños, sería la ley de la selva”, agregó.
La postura de Estados Unidos va más allá de la retórica. La administración de Trump aún no ha nombrado al delegado de Estados Unidos en la OMC, ha bloqueado la designación de ciertos jueces del órgano de apelación de esta organización y se ha sumado a una demanda de la Unión Europea que está litigando para que China no sea considerada por la OMC como una “economía de libre mercado”.
Este último punto promete ser extremadamente controversial. Un reporte del Instituto Peterson de Economía Internacional (PIIE, por sus siglas en inglés) explica que un fallo adverso en este sentido podría ser utilizado por la administración de Trump como una excusa para retirar a Estados Unidos de la Organización.
Este escenario compromete a la economía mexicana y al único Plan B, en caso de que se derogue el TLCAN: el marco de Nación Más Favorecida de la OMC.