Bernanke en el límite

Estamos llegando —o quizás ya hayamos pasado— los límites prácticos de un “estímulo económico”. 

La semana pasada, la Reserva Federal adoptó un programa ilimitado de compra de bonos por valor de 40 mil millones de dólares al mes para reactivar la economía y lograr un crecimiento más veloz. 

Pero aún antes del anuncio, hubo escepticismo sobre su eficacia para disminuir la tasa de desempleo, que ha pasado el 8 por ciento durante 43 meses. 

Estamos llegando —o quizás ya hayamos pasado— los límites prácticos de un “estímulo económico”. 

La semana pasada, la Reserva Federal adoptó un programa ilimitado de compra de bonos por valor de 40 mil millones de dólares al mes para reactivar la economía y lograr un crecimiento más veloz. 

Pero aún antes del anuncio, hubo escepticismo sobre su eficacia para disminuir la tasa de desempleo, que ha pasado el 8 por ciento durante 43 meses. 

La respuesta promedio de 47 economistas encuestados por The Wall Street Journal fue que un programa similar podría reducir la tasa de desempleo en un 0.1 por ciento en el curso de un año. 

En una conferencia de prensa, el presidente de la Reserva, Ben Bernanke, explicó lo que la Reserva espera que suceda. 

Al comprar hipotecas, la Reserva impulsará las tasas de interés hacia abajo. Ya están bajas (3,6 por ciento en agosto, para una hipoteca de tasa fija de 30 años) y caerán aún más. 

Las tasas más bajas estimularán la construcción y la compra de viviendas, cuyos precios se elevarán al incrementar su demanda. Habrá menos propietarios de viviendas “sumergidos” (viviendas cuyo valor es menor que el de las hipotecas). 

Los bancos refinanciarán las hipotecas existentes a tasas más bajas porque la garantía —las viviendas— tendrán más valor. Al sentirse más ricos, los propietarios gastarán más, lo que provocará que las empresas contraten más personal. 

Las buenas noticias se alimentarán a sí mismas. El panorama más positivo elevará los precios de las acciones (el Dow se elevó 206,5 puntos el día del anuncio de la Reserva). Esto restablecerá la agotada riqueza de los norteamericanos. El optimismo, el gasto del consumidor y la contratación se reactivarán aún más. 

Podría ocurrir. ¿Por qué, entonces, tanta duda? 

Un motivo es la historia. El gobierno ha dispensado enormes cantidades de estímulo —en tasas de interés más bajas, gasto público y recortes fiscales— y los beneficios se han exagerado. Sobre la base de la experiencia, la gente se ha vuelto escéptica. 

Hagamos números.

Comencemos con la Reserva Federal. Desde fines de 2008, ha sostenido tasas de interés a corto plazo (la tasa de los fondos de la Reserva) entre cero y 0.25 por ciento. 

Comenzando a fines de 2008, la Reserva compró más de 2.75 billones de dólares en bonos del Tesoro y títulos de hipotecas para reducir las tasas de interés a largo plazo. (Al comprar bonos, la Reserva procura elevar su precio; cuando el precio de los bonos sube, sus tasas de interés caen). 

Las tasas de interés han caído, aunque no está claro en qué medida se debe a la compra de bonos por parte de la Reserva o a otros factores (la economía débil, una fuga a la “seguridad” de los títulos del Tesoro de Estados Unidos). 

Aún así, la recuperación se tambaleó. Ha habido tendencias neutralizantes. Las tasas de interés más bajas significan menos ingresos para los ahorristas, lo que reduce el gasto del consumidor. 

Los ingresos en intereses personales han caído en unos 400 mil millones de dólares al año, señala el economista Timothy Taylor en su blog. 

Otro motivo es que “Muchos de los problemas que enfrenta la economía no pueden ser encarados con tasas de interés más bajas”, escribe el veterano periodista de economía John M. Berry, en The International Economy. 

No importa que las tasas estén bajas si las normas crediticias más severas impiden que los potenciales compradores de viviendas cumplan con los requisitos para obtener préstamos. O si los bancos reducen los créditos para restaurar su capital. 

A continuación, consideremos el gasto público y los recortes fiscales. El primer estímulo del presidente Obama sumó unos 833 mil millones de dólares, expresa la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés). 

Pero el verdadero estímulo también incluye los recortes fiscales subsiguientes y el aumento de gastos más los “estabilizadores automáticos”, es decir la tendencia del presupuesto a virar hacia un déficit durante una recesión, porque las rentas públicas caen y los gastos o beneficios de desempleo y otros programas de la red de seguridad social se elevan. 

Los déficits presupuestarios miden aproximadamente el estímulo. Entre 2009 y 2012, han sido de unos 5.1 billones de dólares. 

Lo que llama la atención es lo siguiente: los masivos programas de estímulo y la débil recuperación. Cuánto peor hubieran sido las cosas sin estímulo es una pregunta abierta. Los economistas discuten ferozmente y las cifras varían mucho. 

Por ejemplo, la CBO calcula que el estímulo inicial de Obama creó entre 200 mil y 1.2 millones de puestos de trabajo en 2012. Pero cualesquiera sean sus beneficios, los estímulos masivos claramente no han provocado una enorme recuperación. 

Las explicaciones abundan. Una es que los programas de estímulo son aún demasiado tímidos. Si hubiéramos hecho más, estaríamos en mejor situación. 

Otra teoría es que debido al trauma de la crisis financiera y de la recesión las familias y las empresas se volvieron profundamente cautas; postergaron gastos, pagaron sus deudas y acumularon efectivo. 

Hubo amenazas duraderas que magnificaron su ansiedad: el malestar financiero en Europa; la obcecada parálisis de la vivienda; la incertidumbre de la política económica del gobierno (el impacto de Obamacare, la lucha del techo de la deuda y ahora, el “precipicio fiscal”). 

A esto se puede agregar una posibilidad perversa: los mismos programas de estímulo. Aunque su intención es inspirar optimismo demostrando el compromiso del gobierno con la recuperación, podrían lograr lo opuesto. 

Si los consumidores y las empresas los interpretan como un indicio de que la economía está en “peor forma” de lo que pensaban, podrían retraerse aún más. Algunos de los beneficios del estímulo se verían neutralizados. 

Hay un aire de desesperación en la última movida de Bernanke. En el mejor de los casos, reafirmará la reactivación tan esperada del mercado de la vivienda. En el peor, se irá a pique por problemas obvios.

¿Cuánto más puede la Reserva Federal bajar las tasas de interés a largo plazo? ¿Cuánto dinero puede echar a la economía sin reavivar las expectativas y la conducta inflacionarias? La Reserva Federal está al borde de actuar más allá de lo que comprende y puede controlar.    

© 2012, The Washington Post Writers Group. 

¿CAMBIO DE RUMBO EN LA FED? 
Por Steve Matthews Yakiito

El fin de la gestión de Ben S. Bernanke como presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos en enero de 2014 no ha llevado a los inversionistas a dejar de apostar a que el banco central mantendrá la tasa de interés de referencia cerca de cero el año siguiente.

Las mediciones del mercado de bonos a partir de permutas indexadas de 24 horas, (OIS por sus siglas en inglés) no indican un aumento de la tasa de fondos federales hasta mediados de 2015, en comparación con la actual consideración del banco central de que es probable que la tasa siga baja por lo menos hasta fines de 2014. 

La brecha entre los rendimientos de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos a dos y cinco años, que se contrae cuando los operadores estiman que las tasas de referencia permanecerán deprimidas, es más de un 50 por ciento menor que su promedio desde 2008.

Bernanke ha sido blanco de críticas del candidato presidencial republicano Mitt Romney, que dijo que no confirmará al presidente de la Fed y calificó sus políticas de inefectivas y de una amenaza para la estabilidad de los precios.

Eso no afecta el uso por parte de Bernanke de un pronóstico de los fondos federales como herramienta política, dijo Joseph Gagnon, ex director asociado de la División de Finanzas Internacionales de la Junta de la Fed.

“Los mercados tienden a creerles”, dijo Gagnon, investigador del Instituto Peterson de Economía Internacional en Washington, haciendo referencia a los funcionarios de la Fed. Los inversores “pueden tener un alto grado de confianza en los próximos dos a tres años” en toda afirmación de la Fed porque es probable que la mayor parte de las autoridades permanezca en el banco central una vez que finalice la gestión de Bernanke.

Tercer período

Bernanke, un ex profesor de la Universidad de Princeton de 58 años, fue extendiendo los límites de la política monetaria conforme combatía la crisis financiera y la recesión de 18 meses que terminó en junio de 2009 e intentaba luego que continuara la expansión.

La Fed compró 2.3 billones de valores en dos rondas luego de reducir su tasa de interés de referencia a casi cero en diciembre de 2008. En agosto de 2011, la Fed empezó a vincular la perspectiva de tasas bajas con una fecha específica.

El presidente Barack Obama, que confirmó a Bernanke en 2010, no ha dicho si le pedirá al presidente de la Fed que continúe en su puesto durante un tercer período. Bernanke tampoco ha dicho si quiere hacerlo.

©2012, Bloomberg News. 

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