México, tan lejos de Dios y tan cerca de José Fanjul. En el país, este nombre es poco conocido, salvo en la industria azucarera.
Sin embargo, los intereses de la familia Fanjul, dueña de uno de los imperios azucareros más grandes del mundo, tocan en lo más profundo de la relación bilateral entre México y Estados Unidos.
José Fanjul no es cualquier empresario: miembro de un linaje de terratenientes cubanos con intereses en el negocio del azúcar, desde hace más de un siglo, donador de alto perfil del Partido Republicano y amigo personal de figuras como el Rey Juan Carlos de Borbón y Wilbur Ross, el secretario de Comercio de la administración de Donald Trump.
Fanjul Corp., el holding familiar, cuenta con plantaciones en la República Dominicana y en el centro del estado de Florida. El adagio de la industria azucarera dicta que dos de cada tres cucharadas de azúcar que se consumen en Estados Unidos provienen de las marcas de la familia Fanjul, lo que los hace los mayores refinadores de azúcar, a nivel mundial.
La mano que mece la cuna
La semana pasada, el diario Financial Times publicó un artículo en el que se refirió, que José Fanjul es la mano que mece la cuna en el conflicto entre los productores de azúcar de México y Estados Unidos.
Ayer, después de tres meses de negociaciones, se llegó a un acuerdo para suspender la investigación que iniciaron las autoridades estadounidenses en 2014, por supuestas prácticas de dumping (vender a un precio debajo del costo o del precio del país de origen) y de subsidios que beneficiaron a los productores mexicanos. Se evitó la imposición de cuotas a la exportación de azúcar mexicana, así como una escalada arancelaria que incluiría tarifas de hasta el 80 por ciento, lo que obligaría a una respuesta de México contra la importación de fructosa.
En una conferencia de prensa conjunta, Wilbur Ross e Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, dieron a conocer que México recortaría su proporción de exportaciones de azúcar refinada, de un 53 por ciento a un 30 por ciento. El país exportará, en su mayoría, azúcar cruda, que cuenta con un menor valor agregado.
Aunque el acuerdo es visto como una clara derrota para la industria azucarera mexicana, los productores de Estados Unidos no avalaron la resolución. The American Sugar Alliance, el mayor grupo de cabildeo de la industria azucarera estadounidense, se manifestó en contra, argumentando que “Estados Unidos debe retener la autoridad para regular las importaciones adicionales que se destinen al mercado estadounidense”.
Políticamente conectados
Esta oposición no es un asunto menor. La industria del azúcar en Estados Unidos es considerada como uno de los sectores más privilegiados por Washington. Históricamente, ha sido beneficiaria de subvenciones y políticas comerciales proteccionistas.
La explicación obvia de esta relación de simbiosis entre la industria azucarera y el poder político queda de relieve en los 11.2 millones de dólares que el sector donó a campañas políticas en el 2016, según el organismo Center for Responsive Politics.
La familia Fanjul entiende el valor de las relaciones políticas. Su compañía donó 1.1 millones de dólares, a campañas políticas en el 2016. José, un promotor de larga data del senador republicano por Florida, Marco Rubio, fue uno de los contribuyentes de alto perfil de la campaña presidencial de Donald Trump. Alfonso Fanjul, hermano mayor de José, es señalado como un hombre cercanísimo a la familia Clinton.
Esto le ha permitido a los Fanjul avanzar sus intereses, aprovechando la retórica antimexicana y antilibre comercio que ha asumido la administración de Donald Trump, la cual considera que los socios comerciales de Estados Unidos han tomado una desventaja desmedida del status quo.
El portal principal de The American Sugar Alliance, que de acuerdo al Financial Times se encuentra bajo la influencia de José Fanjul, exhibe cuatro notas negativas sobre México, incluido un documento titulado “Las malas prácticas de México se extienden más allá de la industria del azúcar”.
“No puedo vendérselo a mi industria, siempre han peleado por encima de su peso, no puedo forzarlos a aceptar, tienen muchos cabilderos en el Congreso; tómenlo o déjenlo, de lo contrario impondré tarifas arancelarias”, fue el argumento que Ross ofreció a la industria azucarera mexicana, según dijo Cortina al Financial Times.
Esta semana, un funcionario mexicano expresó de manera anónima a la agencia Reuters que se encontraba frustrado porque las negociaciones azucareras se enfrentaban a una disrupción constante.
Juan Cortina, presidente de la Cámara Nacional de las Industrias Azucarera y Acoholera (CNIAA), asegura que los productores estadounidenses quieren sacar a las exportaciones mexicanas del mercado. La posición de The American Sugar Alliance es que el arancel de 80 por ciento al azúcar mexicana es suficiente “para nivelar las condiciones del juego”. Cortina dice que se pretende crear un monopolio azucarero libre de competencia.La mano de Fanjul deja en evidencia que las negociaciones próximas del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) operan en dos niveles: el oficial, manejado por Guajardo y por Ross, y el de los intereses tras bambalinas, donde un solo nombre puede irrumpir negociaciones completas.