La región latinoamericana vive una paradoja en materia de producción de alimentos, ya que gracias a sus condiciones geográficas y económicas puede llegar a figurar como un centro estratégico para el combate de la crisis alimentaria mundial, al mismo tiempo que se consolida como el territorio con el mayor número de personas afectadas, por dicho problema, en el mundo.
Garantizar una alimentación saludable, de manera efectiva y digna, cada vez resulta más difícil de lograr para una gran cantidad de naciones alrededor del planeta; actualmente alrededor de 900 millones de personas registran una condición de inseguridad alimentaria y se prevé que, para 2050, ese número llegue a los 10 mil millones, por lo que será necesario un aumento de hasta 60 por ciento en la producción global de alimentos para poder cubrir la demanda necesaria, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Ante dicho escenario, la región latinoamericana, que cuenta con un enorme potencial de producción, además de lazos comerciales con las mayores economías del mundo y una sólida fuente de mano de obra, puede funcionar como salvavidas ante la inminente crisis alimentaria antes mencionada, de acuerdo al último informe “Por qué América Latina es vital para resolver la crisis alimentaria”, presentado en la reunión anual del Foro Económico Mundial (FEM) realizado en Davos, Suiza.
Y es que, América Latina goza también de diversas virtudes económicas, una de ellas es el hecho de que cuenta con un superávit agropecuario anual de más de 127 mil millones de dólares, una cifra equivalente de 200 dólares por habitante de la región, la cantidad más elevada que cualquier otra parte del mundo a excepción de Oceanía, según expone la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) a través de su investigación “Hacia una seguridad alimentaria y nutricional sostenible en América Latina y el Caribe en respuesta a la crisis alimentaria mundial”.
También destaca que su geografía le otorga una posición privilegiada para consolidar una hipotética condición de principal proveedor mundial alimentario, pues posee la mayor superficie agrícola y disponibilidad de agua per cápita con 15 por ciento de la superficie mundial, además de que recibe 29 por ciento de las precipitaciones globales y almacena 40 por ciento del agua dulce del planeta.
América Latina ausente ante la crisis alimentaria global
Llevar a cabo la serie de actividades productivas que proveen de alimentos a los consumidores de todo el mundo se ha complejizado cada vez más a consecuencia de diversos factores que impactan, de manera negativa, a escala global; el cambio climático, por ejemplo, que provocará que la producción mundial de alimentos crezca ocho por ciento menos, según el FEM; o los conflictos bélicos y comerciales como el ruso-ucraniano y el estadounidense-chino, los cuales fragmentan las cadenas de producción.
A pesar de dicho panorama, y que la región latinoamericana goza de todas características para generar un alto grado de desarrollo económico, además de una industria robusta para satisfacer el mercado global alimentario; se le obstaculiza al impedir que sus cadenas de valor escalen y se desarrollen, explica Enrique Dussel, doctor en Economía e investigador de la UNAM.
En ese sentido Agustín Rojas, doctor del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, señala que hace tiempo se han dejado de producir algunos alimentos tradicionales que caracterizaban a la región y que actualmente no se cuenta con un proceso de desarrollo tecnológico que pueda consolidar a América Latina como punta de lanza ante la crisis alimentaria global.
Al respecto, en 2021 la inseguridad alimentaria moderada o grave afectó al 40.6 por ciento de la población de la región, cifra mucho mayor al promedio mundial que es de 29.3 por ciento, alerta la CEPAL; un problema que trasciende de los recursos naturales disponibles y que pasa por la incapacidad de contar con un ingreso que permita acceder a un bien vital como lo es la comida, afirma Rojas.
El problema es que “no se reinvierte en los respectivos países y lo que se tienen son élites muy ricas y países quebrados que no pueden mantener un equilibrio alimentario ni en sus propias poblaciones”, concluye Dussel.