Alimentando el populismo

La reforma fiscal de la administración de Donald Trump encuentra en el recorte de impuestos su rasgo más importante. Esta política es responsable del aumento en la desigualdad de las últimas tres décadas, fenómeno que polarizó al país y que llevó al magnate a la Presidencia
Rodrigo Carbajal Rodrigo Carbajal Publicado el
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“La pobreza no es la falta de dinero, es (no) realizarse (..) como ser humano”
Amartya SenEconomista indio

Donald Trump se ha ganado el estigma de ser un populista, un político demagogo que apela a su base, una minoría severamente afectada por la dinámica económica de las últimas tres décadas  y que exige medidas radicales que rompan con el status quo de al menos cuatro administraciones situadas al centro del espectro político.

Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía 2001 y una de las voces más autorizadas en el estudio de la desigualdad, no está de acuerdo con esta etiqueta. Trump, en todo caso, es un plutócrata cuyas políticas perpetuarán las tendencias de distribución de ingreso y de riqueza que originaron el movimiento populista del que el presidente se considera no sólo un partidario, sino su líder.

Como lo demuestra el trabajo del economista serbio Branko Milanovic, la clase trabajadora de los países industrializados ha cargado con las consecuencias más graves del proceso de globalización e industrialización de las últimas tres décadas.

Este agravio, tarde o temprano, habría de manifestarse en el escenario político. Después de la crisis global de 2008, la más profunda desde la Gran Depresión, los movimientos populistas de las democracias de Occidente han saltado a primer plano. Es innegable la creciente influencia de partidos como Alternativa para Alemania, el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia y el ala más ideológica del Partido Republicano, encarnada en la figura de Steve Bannon, exestratega en jefe de la Casa Blanca.

Sin embargo, al menos en Estados Unidos, el populismo no es un fenómeno que se explica exclusivamente por los costos inherentes a la automatización y la globalización; sino por lo que Stiglitz denomina como una política macroeconómica “por y para el 1 por ciento” de la población de mayores ingresos.

Las reformas fiscales de la administración de Ronald Reagan marcaron un antes y un después en la dinámica de la desigualdad en Estados Unidos. Se realizó un recorte de impuestos que prometía un impulso al crecimiento que jamás se volvió patente. Bruce Bartlett, un exasesor de Reagan, lo pone en estos términos: “En 1986 redujimos el tope de la tasa de impuesto al ingreso desde un nivel de 50 por ciento a 28 por ciento, y el de la tasa de impuesto corporativo de 46 a 34 por ciento. Es difícil imaginar un mayor incentivo que ese (para invertir y gastar), y no recuerdo algún impulso significativo al crecimiento”.

Paradójicamente, Trump, el emblema del populismo en el siglo XXI, ofrece un discurso en el que promete recortes de impuestos sin precedentes desde la era Reagan. Aunque no se han ofrecido detalles completos sobre su propuesta, la administración de Donald Trump busca rebajar el tope del impuesto marginal al ingreso desde un nivel actual de 39.6 por ciento a un nivel de 30 por ciento o menos. Además, se pretende reducir la tasa de impuesto corporativo desde un nivel de 35 por ciento a uno de 25 por ciento.

Emular a Reagan

La esencia de la reforma fiscal de Trump es el recorte de impuestos, una medida que rompería con uno de los principios más arraigados en el Partido Republicano: la disciplina fiscal. Antes de la presidencia de Reagan, la deuda pública de Estados Unidos era de 30 por ciento del PIB. Actualmente es de 103 por ciento.

Los economistas no han encontrado correlación significativa alguna entre los recortes de impuestos de la era Reagan y el crecimiento económico subsecuente. La economía de Estados Unidos se ha expandido a tasas similares a las de países como Dinamarca, que mantuvo los impuestos altos.

“En 1986 redujimos el tope de la tasa de impuesto al ingreso desde un nivel de 50 por ciento a 28 por ciento, y el de la tasa de impuesto corporativo de 46 a 34 por ciento (...)”
Bruce BartlettAsesor económico del presidente Ronald Reagan
La administración de Donald Trump busca rebajar el tope del impuesto marginal al ingreso desde un nivel actual de 39.6 por ciento a un nivel de 30 por ciento o menos

Exacerbar la desigualdad

Lo que sí modificó la reforma fiscal de Reagan, que recibió un código tributario que contemplaba un tope de 70 por ciento en la tasa del impuesto marginal al ingreso, fue la redistribución del ingreso. De acuerdo a información de los economistas Thomas Piketty, Gabriel Zucman y Emmanuel Saez; el 1 por ciento de la población de mayores ingresos de Estados Unidos acumulaba alrededor del 11 por ciento de los ingresos antes de impuestos del país antes de la década de los 80. Actualmente, acumula más del 20 por ciento. En cambio, en este periodo, el 50 por ciento de la población de menores ingresos pasó de tener el 20 por ciento del ingreso  total a un 12 por ciento actual.

La concentración de poder económico no se tradujo en mayor crecimiento o inversión; se tradujo en poder de mercado, consolidación de estructuras oligopólicas y la centralización de influencia política para perpetuar políticas “por y para el 1 por ciento”.

Si Trump sigue el modelo fiscal de Reagan, se exacerbaría la desigualdad y se alimentaría a un movimiento populista aún más agresivo que el que apoya al actual presidente.

La pesadilla de México no terminaría con Trump, el país estaría expuesto a un jefe de Estado más radical e inteligente que el hombre que provocó una caída del peso frente al dólar de 19.7 por ciento en los meses posteriores a su elección.

“La sordidez de todo esto (desigualdad) estará azucarado con la tesis equivocada de que una reducción de impuestos impulsará el crecimiento (...)”
Joseph StiglitzPremio Nobel de Economía 2001
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