El gobierno de México quiere medir a la economía con otra regla diferente al PIB. Y aunque el debate no es nuevo en este momento cobra relevancia por el mensaje entre líneas que se busca enviar.
Tanto organismos internacionales como instituciones financieras pronostican que el Producto Interno Bruto (PIB) de México se desplomará entre 5 y 9 por ciento promedio al cierre de este año a causa de los estragos que dejará la actual pandemia.
Esta situación llevó al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a poner sobre la mesa la idea de crear un índice alternativo al PIB que mida el bienestar, el alma, y la desigualdad entre los mexicanos.
A pesar de que la propuesta inicial descartaba al actual parámetro de medición que elabora el Inegi, ayer el mandatario declaró que este se mantendrá por las relaciones que tiene el país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
Sin embargo, reiteró su intención de poner en marcha y de manera paralela el nuevo sistema que desarrollará con un equipo multidisciplinario de especialistas.
Jesús Carrillo Castillo, maestro en Economía por El Colegio de México, asegura que a estas alturas del partido es bien sabido que el PIB no representa una medida que refleja la situación real de la población, pero es un estándar internacional y es necesario que se mantenga como un eje central de la economía.
Alternativa al PIB Medición subjetiva
Dentro del plan del mandatario mexicano también se incluye el elemento de la felicidad, utópico que ha estado presente durante toda su gestión.
En agosto del año pasado López Obrador aseguró en una de sus conferencias matutinas que “el pueblo está feliz, feliz, feliz”, a nueve meses de distancia un 67 por ciento de los mexicanos no está de acuerdo con esa declaración, de acuerdo con un análisis elaborado por la firma De las Heras Demotecnia.
Diseñar presupuestos con base en este sentimiento no es una idea nueva, de hecho, el índice de Felicidad Nacional Bruta (FNB) o Felicidad Interior Bruta (FIB) se ha implementado en diversos países.
Uno de los casos más emblemáticos es el del Reino de Bután, ubicado entre China e India, que estableció a la felicidad como una política estatal. Cifras de la OMS revelan que en ese país se invierte solo en salud entre el 7.4 y el 11.4 por ciento de todo su gasto público, mientras que en México la cifra apenas es de 2.5 por ciento.
El ejemplo más cercano para el inquilino de Palacio Nacional es Nueva Zelanda, nación que en 2019 puso a la pobreza infantil, la violencia doméstica y la salud mental como las prioridades para elaborar su “presupuesto de bienestar”.
Jesús Carrillo Castillo considera que muchas economías pueden utilizar esta escala, aunque se debe tener cuidado porque es subjetiva y no hay manera de que se mida de igual forma para todas las personas.
“La felicidad es autoreportada y esto dificulta la labor de darle a los gobiernos una idea de por dónde deben conducir sus decisiones para mejorar la calidad de vida de las poblaciones”, precisa el también ingeniero del Instituto Tecnológico de Chihuahua (ITCH).
Cambio de juego
El Sistema de Cuentas Nacionales de México (SCNM) data de los años 50 y desde entonces ha atravesado por diversos cambios en su metodología con el objetivo de reflejar las ponderaciones y actividades económicas actuales.
A la fecha, en el SCNM está vigente la actualización del Cambio de Año Base a 2013 (CAB 2013), en función de los lineamientos para el ciclo de actualización de la información económica publicados en julio 2015.
Con este CAB 2013, México se encuentra entre los países con un año base reciente, de acuerdo con información del Fondo Monetario Internacional (FMI). En este mismo grupo se encuentran Australia, Bélgica, Noruega, Chile, y Reino Unido.
El economista Jesús Carrillo Castillo ve con buenos ojos que el actual gobierno piense en medir el crecimiento de la economía desde diferentes perspectivas, pero insiste en que todas deben ser complementarias porque sería un error dejar de pensar en el PIB como un indicador relevante.
“Es positivo tener varias mediciones estadísticas del desarrollo y dentro de esa discusión debe ser bienvenido el cuestionamiento del PIB y de cualquier otro indicador para que se pueda hacer un mejor diseño de políticas públicas”.