También fuimos héroes

Este domingo en el Super Bowl XLIX (49), la combinación ganadora Bill Belichik–Tom Brady, aparecerá con las medallas suficientes para poner sus nombres como la mejor en la historia de la NFL.

Allá en el olimpo de los más grandes están sin duda, la combinación Chuck Noll–Terry Bradshaw con Pittsburgh; por supuesto la de Bill Walsh–Joe Montana con los 49ers., en ese mismo nivel, no podemos dejar de lado en una silla idéntica a Tom Landry y Roger Stauback con Dallas.

El legado y dinastía que estas cuatro mancuernas han logrado es fuera de serie y son incuestionables.

Alfredo Domínguez Muro Alfredo Domínguez Muro Publicado el
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"ir espalda con espalda y con espalda y con espalda y con espalda al Superbowl fue algo heróico"
Jim KellyExmariscal de los Bills
“Aquí no hay obligación de ganar, la única vez que tuve la obligación de ganar fue en la Segunda Guerra Mundial”
Marv LevyExcoach de los Bills
“Sí, son cuatro derrotas consecutivas en el Superbowl… fuimos y regresamos al juego grande cuatro veces… ¡por favor! eso no es ser perdedores… hay muchos coaches que quisieran estar en mi lugar”
“Ese fue mi trabajo, dejar la palabra ganar en silencio para inculcarles la necesidad de ya no perder”
Marv LevyExCoach de los Bills

Este domingo en el Super Bowl XLIX (49), la combinación ganadora Bill Belichik–Tom Brady, aparecerá con las medallas suficientes para poner sus nombres como la mejor en la historia de la NFL.

Allá en el olimpo de los más grandes están sin duda, la combinación Chuck Noll–Terry Bradshaw con Pittsburgh; por supuesto la de Bill Walsh–Joe Montana con los 49ers., en ese mismo nivel, no podemos dejar de lado en una silla idéntica a Tom Landry y Roger Stauback con Dallas.

El legado y dinastía que estas cuatro mancuernas han logrado es fuera de serie y son incuestionables.

Sin embargo, en ese mismo sitio hay otra combinación igualmente dominadora que trasciende en los mismos niveles de los anteriores formando su propia dinastía: Marv Levy y Jim Kelly con los Bills de Buffalo.

su legado: haber formado una dinastía tan dominadora que llegaron a disputar cuatro Super Bowls consecutivos. Su pecado: haberlos perdido todos. 

Surgieron de la nada

La mancuerna legendaria del coach Marv Levy y su fiel quarterback Jim Kelly es, sin duda, una de las más grandes combinaciones coach–quarterback en la historia de la NFL. 

Prácticamente de la nada tomaron por asalto a un grupo de perdedores para armar un equipazo que le dio la vuelta al destino de aquella franquicia perdedora (los loosers de siempre)  los Bills de Buffalo, después de décadas de ser el “hazmerreir” de la NFL, arañando la gloria al jugar en cuatro Super Bowls consecutivos… perdiendo los cuatro.

Algunos dicen que el destino los marcó en aquel su primer viaje al juego grande en el viejo estadio de Tampa el 27 de enero de 1991, cuando perdieron por solo un punto (20-19) ante los New York Giants, puede que sea así, la realidad es que nunca estuvieron más cerca de ganarlo como en ese su primer Super Bowl.

Fue un juegazo

En el campo de juego también fue un encuentro dramático, emocionante, tremendamente disputado.

Al finalizar la primera mitad, los Bills ganaban 12-3. Los Giants del coach Bill Parcels ajustan golpeando a los de Buffalo en donde más les dolía, atacando por tierra en corto yardaje, asegurando el balón y así dejando a Jim Kelly, a su corredor estrella Thurman Thomas y a su receptor líder Andrew Reed en la banca, consumiendo casi 10 minutos en una ofensiva que da a los Giants los siete puntos y el control del juego.

Llegan a los minutos finales con la posesión del balón para los Bills, arrancando en su propia yarda 20 hasta llegar a la 29 de los Giants con solo ocho segundos en el reloj. 

Su pateador Scott Norwood fue siempre confiable, varios de sus goles de campo habían decidido victorias para los Bills, solo que este intento era para el gol de campo por el título al que la ahora apasionada afición de Buffalo no había ni soñado con alcanzar.

Y surge la grandeza

Entrando al vestidor, el coach siente el silencio que se vivía en su equipo, nadie se movía.

Aún no se abrían las llaves del agua de las regaderas cuando Levy llama a Norwood a su lado diciéndole solo unas palabras de apoyo.

Luego pide a sus jugadores que alguno le dijera algo a Norwood, por ahí un receptor describió un balón que se le fue de las manos, un tacleador recordó una falla defensiva, y así todos se solidarizaron en ese grupo extraordinario.

Marv Levy, hombre extraordinario…

Educado en la disciplina, convicción y orgullo de su origen judío, el coach Levy fue siempre un gran motivador producto de su congruencia de disciplina, trabajo, alegría por la vida, sentido del humor, mucho estudio, preparación y amor por la vida.

Comenzó su carrera muy joven a su regreso de la Segunda Guerra Mundial. Una carrera meteórica lo lleva a la Universidad de California, en donde recluta como asistente al entonces joven Bill Walsh, que años después sería el campeonísimo con Joe Montana y los 49ers de San Francisco.

Llega al futbol profesional en la efímera liga paralela, la USFL, para después aceptar el trabajo de coach en jefe de los Bills, que venían de dos temporadas de dos ganados y 14 derrotas, trayendo en la cartera el contrato de Jim Kelly, que entonces jugaba también en la USFL, para formar una legendaria mancuerna coach–quarterback del nivel que hoy presumen los Patriotas de New England con Belichik y Brady.

Para acabar con los perdedores

El coach Levy fue precavido con su equipo de “loosers” perdedores. Este equipo necesitaba realismo, que no los motivara con sueños inalcanzables, estaban despedazados mental y anímicamente, acostumbrados a ser historicamente perdedores.

“Ese fue mi trabajo, dejar la palabra ganar en silencio para inculcarles la necesidad de ya no perder”, comentó alguna vez el coach Levy.

Dos temporadas después ya eran ganadores, al año siguiente disputan y pierden el título de la AFC con los Broncos de Denver, un año después, 1990–91 ya estaban en el Super Bowl, al que accederían nuevamente por los siguientes tres años de manera consecutiva.

Ese día todo cambió

Aquel último domingo de enero de 1991, los Estados Unidos vivían el clímax de la Guerra del golfo pérsico, aquella en Irak y Kuwait, cuyos horrores pudimos ver desde nuestras casas al ser transmitida en directo, la forma de ver las noticias cambiaría también para siempre.

No fue casualidad pues que fuera también el primer Super Bowl en que la seguridad, por temor a algún acto terrorista, terminó para siempre con la fiesta previa al evento en los parques aledaños y estacionamientos del estadio. La revisión exhaustiva al límite de la paranoia y el evento entero dedicado a ensalzar a sus fuerzas armadas.

Fue también la primera vez que hubo varios enlaces durante el partido con algún campamento del ejército norteamericano en Irak, para verlos disfrutar del Super bowl y ser vitoreados.

previo al encuentro, Withney Houston entona el himno nacional de los Estados Unidos con tal sentimiento y fervor, que después es colocada a la venta alcanzando el número 20 en el billboard.

Años después en las ceremonia en honor a los caídos en el ataque a las Torres Gemelas, se reproduce este video alcanzando el top ten de popularidad.

Una patada que nunca llegó

Aquella patada de Scott Norwood no era solo el intento para ganar el Super Bowl, era el intento para hacer sentir en toda la unión americana que la comunidad de Buffalo, tan identificada con aquellos Bills, también podía ser grande.

era por el orgullo de aquella ciudad del norte del estado de Nueva York, siempre opacada por la potencia de la ciudad de Nueva York.  

eran 47 yardas, distancia propicia para Norwood, pero la presión lo traiciona y la patada nunca alcanza la zona de gol, los Bills y toda la región de Buffalo quedan en silencio.    

El coach Levy recuerda que desde el momento mismo en que Scott patea el balón, él sabía que no sería anotación, así que de inmediato quiso hacer un plan acerca de cómo iba a encarar con sus jugadores el vestidor, lo primero era, sin duda no agachar la cabeza pese al negativo panorama.

Encarando a los patanes

Al final de su cuarta derrota, en el Superbowl “28” en Atlanta ante los Dallas Cowboys por 30-13, el coach Marv Levy, devastado por su cuarta derrota consecutiva en el juego grande, pero con la cabeza en alto, responde a una pregunta insolente:

“sí, son cuatro derrotas consecutivas en el Superbowl… fuimos y regresamos al juego grande cuatro veces… ¡por favor! eso no es ser perdedores… hay muchos coaches que quisieran estar en mi lugar”

De inmediato se encara con otro de esos buscadores de morbo:

“aquí no hay obligación de ganar, la única vez que tuve la obligación de ganar fue en la Segunda Guerra Mundial”, dijo. El coach Levy tuvo además el talento de manejar esos grandes egos de figurones como el propio Kelly, Thurman Thomas y Andre Reed para hacerlos trabajar poniendo al equipo por delante.

El coach Levy se retiró tras la temporada 1997, un año después de que lo hiciera su quarterback Jim Kelly, habiendo llevado a los Bills de Buffalo a los playoffs ocho ocasiones en 11 temporadas.

es el numero 10 en victorias en la NFL. Fue inducido al Salón de la Fama en 2001. Ganó cuatro títulos de la Conferencia Americana.

Pero nunca ganó el juego grande.

También fueron héroes

Alguna vez el quarterback Jim Kelly comentaba al respecto:

“ir espalda con espalda y con espalda y con espalda y con espalda al Superbowl fue algo heróico… 

“Creo que nadie, pero nadie podrá hacerlo, nadie imagina el sacrificio y la voluntad, pasión y trabajo para lograrlo reponiéndose de cada derrota”.

Desde entonces, ni los Bills ni la comunidad de Buffalo volvieron a sentirse perdedores (loosers). 

Aquella fue una dinastía que nunca ganó el Súper Tazón, pero que hoy es más recordada que muchos que sí lo ganaron.

 

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