Esta semana se desató la desinformación en torno a la boxeadora Imane Khelif, de Argelia, luego de enfrentarse a la italiana Angela Carini durante los Juegos Olímpicos. “Nunca me habían dado un golpe tan fuerte”, dijo al abandonar el combate tras los primeros 46 segundos.
Además, la italiana afirmó que otras boxeadoras argumentan que no piensan subir al ring contra Khelif porque consideran que no están en igualdad de condiciones. ¿Pero qué tan cierto es esto?
Es importante entender que cada federación tiene sus propias políticas que prohíben o limitan la participación de mujeres, cis o trans, en las categorías femeninas de sus disciplinas. Aún más importante, pese a la desinformación que circula generando discursos de odio, Imane Khelif es una mujer cisgénero, es decir, mujer desde su nacimiento. Contrario a lo que afirman, nunca transicionó.
¿Qué pruebas deben superar las mujeres, cis y trans, para competir?
Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 marcaron un hecho histórico al ser la primera edición en la que participó una mujer trans, Laurel Hubbard, una levantadora de peso. Ella fue eliminada durante al final de su categoría.
Sin embargo, su participación abrió la discusión y hubo quienes afirmaron que por ser mujer trans contaba con una ventaja “natural” frente a sus rivales cisgénero. No obstante, desde 2021 el Comité Olímpico Internacional (COI) consideró que este argumento no tiene bases científicas concluyentes debido a que las personas trans, cuando transicionan, se someten a procedimientos hormonales que eliminan esa supuesta ventaja que reclaman las personas desde el prejuicio.
Desde entonces las federaciones mundiales establecen reglas más estrictas dentro de su propio “Reglamento de Elegibilidad para la Clasificación Femenina de deportistas con diferencias de desarrollo sexual”.
Este reglamento aplica principalmente para mujeres trans, mujeres intersexuales y aquellas que naturalmente desarrollan niveles altos de testosterona, pese a ser cisgénero, hecho que es común en mujeres que tienen padecimientos médicos como síndrome de ovario poliquístico.
El reglamento establece normas como estar bajo tratamiento hormonal desde los 12 años, a no superar un cierto nivel de testosterona en sangre e incluso haberse sometido a cirugías de cambio de sexo.
Sin embargo, es importante destacar que ninguna de estas regulaciones se basan en evidencia científica y se alejan de los principios de igualdad y no discriminación que plantea el COI en su “marco sobre equidad, inclusión y no discriminación por motivos de identidad de género y variaciones sexuales”.