Para los brasileños y sus seguidores en todo el mundo, Pelé fue un fenómeno cultural y social, más allá de un jugador que revolucionó y conquistó el futbol. Fue el estadista extraoficial del país, un papel que desempeñó desde los 17 años. Habitualmente se mostró discreto a la hora de adoptar posturas políticas. Por ello, a nivel internacional se llora su muerte a los 82 años de edad, tras una larga batalla contra el cáncer de colon.
Nacido en una familia pobre de una pequeña localidad en el sureste de Brasil, el primer futbolista millonario de la nación sudamericana apareció en comerciales de gasolina, dentífrico, licor de caña, bicicletas, gaseosas, zapatillas de futbol y Viagra, entre otros productos.
“Pelé siempre conoció su lugar”, dijo su exasistente Pepito Fornos. “Así fuera en una reunión con la reina Isabel, el papa Juan Pablo II, Bono Vox o un niño al que había conocido recién en la calle, todo mundo lo reverenciaba. Era el mismo chico de un pueblo, pero cuando compartía la mesa con la gente, se convertía rápidamente en el centro de atención”, explicó.
Fundó una organización caritativa con su nombre, dedicada a ayudar a los niños. Fue nombrado embajador de la buena voluntad de Naciones Unidas. Pero no destinó mucho tiempo al activismo para alguna causa en particular
El héroe nacional de Brasil, rara vez habló del racismo: ““Él dijo que jamás habría jugado si hubiera tenido que parar cada vez que escuchaba esos cánticos”, dijo Angelica Basthi, una biógrafa del tres veces campeón del mundo. “Él ha sido clave para el orgullo de la gente negra en Brasil, pero jamás quiso ser un abanderado”.
En 1969, cuando Edson Arantes do Nascimento consiguió su gol número 1.000 —de acuerdo con su propia cuenta—, suplicó a las autoridades brindar atención a los niños de escasos recursos, sin asignar culpas por sus problemas.
Incluso, una de las últimas veces que levantó la voz ante las injusticias fue cuando envió una carta al dirigente ruso, Vladimir Putin, donde Pelé le solicitaba poner fin a la invasión a Ucrania.