El draft mexicano es más que un mercado de piernas. Es injusticia e imposición que desde hace dos décadas y con 2 mil 462 movimientos en su historia, los presidentes de equipos manejan a su antojo.
Luce como un régimen de transferencias de futbolistas, donde lo que menos importa es la propia opinión del profesional.
Cuando un jugador ya no “cabe” en una plantilla, sencillamente se va sin que se le pida su opinión, esto porque el dueño de la carta, o sea el club, siempre será quien decide el paradero del elemento.
Rocío Cepeda