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El incremento en la temperatura para los próximos años haría casi imposible que los ciclistas pudieran resistir el desgaste
Chris Froome, líder del Tour de Francia y quien saca una cómoda ventaja de poco más de cuatro minutos a sus seguidores, se ha convertido en el nuevo blanco de aquellos quienes ya no creen que en el ciclismo, haya victorias limpias.
El británico encara sospechas de dopaje e incluso se le compara con Lance Armstrong, avivando una crisis que encara este deporte luego de la trampa que realizó el estadounidense durante años y que ha golpeado al mundo del ciclismo.
Los recientes casos de consumo de sustancias prohibidas o elaborados tratamientos en la sangre para buscar un mejor rendimiento en las desgastantes competencias ciclistas, como es el Tour de Francia, motivaron a que disminuyera el número de grandes patrocinadores al verse dañada la imagen de los deportistas.
Un cálido problema
Pero según un nuevo análisis publicado en el sitio de noticias Quartz, todo esto que vive el ciclismo no es lo que pueda poner en peligro futuras realizaciones de la Vuelta a Francia, existe otro problema al que no se le pueden poner exámenes más estrictos o tratar de controlar: el cambio climático.
Por medio de un simulador, se analizaron las temperaturas que se esperan en el territorio francés para los veranos de 2050 a 2100.
Si el aumento es moderado, las temperaturas en el sur, donde a menudo se celebran las etapas del Tour, se incrementarán alrededor de 3.5 grados Fahrenheit (dos grados centígrados) para el año 2050.
Si el calentamiento es extremo, el aumento será más cercano a 8 ó 9 grados (aproximadamente cinco grados centígrados).
Los fenómenos meteorológicos extremos, asociados al cambio climático son otro tema; ellos ya han impactado otras carreras de alto rendimiento.
El pasado mes de mayo, los ciclistas del Giro de Italia pedalearon bajo condiciones desgastantes. En las primeras etapas, decenas de ciclistas, como ganador del Tour de Francia de 2012, Bradley Wiggins, se enfrentaron a lluvias torrenciales.
Más tarde, tormentas de nieve obligaron a la cancelación de una etapa de montaña que sería decisiva, y afectaron los resultados de otras.
Pocas soluciones
El aumento de las temperaturas e incremento de tormentas amenazan al Tour de Francia más que a cualquier otro evento deportivo profesional. El Tour requiere carreteras transitables en los altos caminos alpinos y temperaturas amigables en las calles de París. Sin esas dos condiciones, el recorrido no puede ser lo suficientemente desafiantes y comercialmente exitoso.
Obviamente, la carrera no se puede realizar bajo una cúpula con aire acondicionado, como lo piensan hacer en el Mundial de Futbol de Qatar en 2022.
Así que algunas soluciones serían cambiar el Tour de Francia a junio o a septiembre. Aunque es la competencia más grande y más lucrativo del ciclismo, el Tour es sólo una carrera en un calendario completo que ya se extiende de febrero a octubre. Mover el evento a junio, dejaría a los equipos con apenas unos días para recuperarse después del también desgastante Giro de Italia, que se corre en mayo.
Cambiar la carrera a septiembre traería consecuencias, ya que obligaría a reprogramar la Vuelta de España a España y el Campeonato Mundial.
Si el clima se vuelve más calido y permite que se corran eventos en octubre, en el otoño etapas de alta montaña continuarían como poco fiables. Si el cambio climático hace a julio un mes imposible para correr, no necesariamente va a hacer de noviembre una buena alternativa.
Victoria de la península ibérica
El portugués Rui Costa se llevó la victoria de la etapa 16 del Tour de Francia y le dio el primer triunfo de etapa al equipo español de Movistar.
Con un duro ataque en el ascenso del último puerto consiguió colocarse como cabeza de carrera para mantener su posición durante el descenso hasta la meta situada en Gap.
Hoy se correrá la contrarreloj con un recorrido de 32 kilómetros entre Embrun y Chorges. Froome aparece como favorito para aumentar su ventaja.
