Héctor Ponce de León en la cima de la vida
Héctor Ponce de León se ha ganado un sitio entre los mejores montañistas del mundo, gracias a la pasión con la que vence los temores de escalar para intentar tocar el cielo
Ricardo Resendi“¿Vale la pena jugarse la vida por el montañismo? ¿Arriesgar la integridad de un compañero por llegar a la cima? ¿Exponer a tus seres queridos a esta situación?”, son las preguntas que se hace Héctor Ponce de León, al tiempo que su mente parece recorrer el abismo con desconcierto.
Viajero, explorador y aventurero desde los 10 años, el escalador nacido en la Ciudad de México ha llevado los límites psicológicos y fisiológicos a extremos inimaginables, conquistando las cimas y montañas más altas y frías del mundo.
En la frontera entre el cielo y la tierra, alcanzado la gélida cumbre de más de 29 mil pies del Monte Everest (8 mil 848 metros sobre el nivel del mar), localizada en la cordillera del Himalaya, Héctor Ponce de León encontró su verdadero motivo de existir: “seguir explorando los límites de lo que es humanamente posible”.
En entrevista con Reporte Índigo, conforme su mirada se pierde entre los rincones del lugar del encuentro y su cuerpo se amolda a la silla, las palabras comienzan a desprenderse con gran facilidad, reconociendo las implicaciones éticas y morales de permanecer al filo de la muerte.
“En el alpinismo sí hay una buena posibilidad de que cuando intentas algo demasiado riesgoso, puede ser la última vez que lo intentes. Esto te lleva a otro tipo de planteamientos y reflexiones del tipo moral y espiritual. Son preguntas que me han llevado a otras implicaciones éticas y morales”, asegura.
Sin miedo a la vida
Héctor Ponce de León ha participado en las expediciones a las cordilleras más importantes del mundo: los Andes en Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile; el Himalaya en el Tíbet y Nepal; el Karakórum en Pakistán y China; así como las montañas Rocosas en Canadá, demostrando que más allá de preocuparse por la muerte se ha ocupado de vivir al máximo.
“No se trata de angustiarnos por saber si después de esta vida hay algo, lo que debemos proponernos es que antes del fin de ésta hayamos hecho algo con el tiempo que nos fue dado. Aportar lo más que podamos de lo que hayamos escogido como vocación ”, sentencia.
Con 39 años de experiencia, tras haber realizado su primer ascenso al Popocatépetl con tan sólo 12 años, Ponce de León se prepara para uno de los retos más complicados de su carrera: “regresar a la vida citadina”.
Para el escalador mexicano, quien se ha acostumbrado a estar entre las condiciones más implacables y crueles de la naturaleza, la vida en la ciudad representa una experiencia a la que aún no logra acostumbrarse.
“Sigo teniendo en mente tantas experiencias y tantas vivencias en la montaña que sigo teniendo dificultad para regresar de alguna de estas expediciones y regresar a la vida citadina”, indica.
Entre el clima glaciar por debajo de los cero grados Celsius, la altitud de más de 25 mil pies de altura y el terreno escabroso, cada decisión es de vida o muerte; mientras que en la ciudad, para Héctor Ponce de León las situaciones parecen carecer de importancia.
“En la montaña todo tiene implicaciones tremendas. El que te apriete una bota va a tener implicaciones tremendas. Se me va la vida en este tipo de cosas en la montaña.
“Aquí me vuelvo más perezoso porque digo: ‘qué más da que haga esto o aquello, no tiene importancia’”, menciona.
Para convertirse en uno de los expedicionistas más reconocidos del mundo, además de invertir horas en entrenamiento físico y mental, Ponce de León supo rodearse de personas que han complementado su carrera como atleta profesional, impulsando cada paso con dirección a la cima.
“Exige muchas horas, mucha dedicación, mucha disciplina, este entrenamiento y esta disciplina no solo es para ti, todas las personas que te rodean deben ajustarse a tus horarios, a tus estados de ánimo, debes trabajar con ellas”, indica.
El pasado 30 de septiembre, el experimentado montañista mexicano ascendió los casi 6 mil metros de altitud del Kilimanjaro, en África, con lo que logró impulsar el segundo mejor tiempo en la historia por esta ruta específica, tras 32 horas de arduo trayecto. El logro ocurrió con el proyecto DESDE CERO, con el que impuso un récord mundial de ascenso al Pico de Orizaba este mismo año.
“Me sigo maravillando de descubrir nuevas capacidad, nuevas áreas en las que puedo seguir creciendo y seguir desarrollando”.