Un día, la casualidad hizo que Germán Madrazo, triatleta mexicano, conociera la historia de un peruano que compitió en los Juegos Olímpicos de Invierno. México y Perú, dos países latinoamericanos llenos de paisajes espectaculares a la vista, de climas templados, en donde la nieve no es para nada común.
Germán, quien ya había participado varias veces en la prueba del ironman, se sintió interesado por la peculiar historia del deportista peruano y se propuso emularlo algún día.
Su esfuerzo y entrenamiento, junto a competidores de Tonga y Chile, lo llevaron a lograr los tiempos necesarios para poder clasificarse a los Juegos Olímpicos de Invierno de PyeongChang 2018.
A sus 43 años, compitió en la prueba de esquí de fondo, en donde el suizo Dario Cologna ganó la medalla de oro, el noruego Simen Hegstad Krueger se quedó la plata, mientras que el ruso Denis Spitsov completó el pódium.
¿Y el mexicano?
Ondeando una bandera de México y luciendo una sonrisa que denotaba gran felicidad, terminó el recorrido de 15 kilómetros y cruzó la meta 25 minutos después del ganador de la competencia.
Quedó en el lugar 116, de 116 competidores que lograron terminar el recorrido, pero su reacción dio la vuelta al mundo por ser un fiel reflejo del espíritu deportivo y se convirtió en el último lugar más feliz de PyeongChang 2018.
La alegría de Madrazo no tiene que ver con su resultado, su sonrisa es el reflejo de un sueño cumplido y un objetivo que se propuso a los 42 años y, a pesar de no tener el apoyo económico necesario para financiar su travesía invernal, con sus recursos logró cumplir a los 43.
Superación y aventura
La historia del esquiador mexicano es un relato de superación y un proyecto aventurero de tres deportistas, unidos en una fraternidad de nacionalidades cuyos países no están acostumbrados a la nieve, pero querían ser parte de PyeongChang.
Un chileno, Yonathan Fernández, y un tongano, Pita Taufatofua, el mismo que desfiló sin camisa en la ceremonia inaugural de los olímpicos invernales.
Perú y México, unidos por un entrenador
Madrazo lo logró; la historia de Roberto Carcelén, primer peruano en los Juegos Olímpicos de Invierno, quien compitió en Vancouver 2010 y llegó a la meta del esquí de fondo en Sochi, pese a tener dos costillas fracturadas, se reflejó en el mexicano gracias a que ambos tuvieron al mismo entrenador.
Mediante las redes sociales, el mexicano le preguntó a Carcelén si lo podía ayudar. En respuesta, le recomendó a su entrenador, residente en Estados Unidos.
En cada zona donde había pistas para esquiar, el entrenador cumplió la promesa y fue preparando a su veterano discípulo. Pero una cosa era saber esquiar y otra conseguir el boleto olímpico.
El camino olímpico
Madrazo compitió mediante esquíes con ruedas, que le iban dando algunos puntos clasificatorios para los Juegos Olímpicos. Pero tenía que participar en pruebas sobre nieve.
Como pudo, recorrió distintos encuentros de esquí, y en ellos conoció a Fernández y a Taufatofua, el tongano que había desfilado también con el torso desnudo en la inauguración de Río de Janeiro 2016, donde compitió en taekwondo, y que quería llegar de algún modo a los Olímpicos invernales. Entre los tres fueron motivándose, cada vez que fracasaban en la búsqueda del boleto olímpico.
Taufatofua es ahora una celebridad. Llegó en el puesto número 114, pero una multitud de periodistas quería entrevistarlo.
“Él y Yonathan de Chile hicimos una hermandad. Ahorita nos abrazamos y dijimos ‘peleamos hasta el final’”, contó Madrazo en entrevista para AP.
Para las estadísticas, Germán Madrazo, el esquiador mexicano, terminó último. Para él, esto es un triunfo.
PODRÍA INTERESARTE: TERMINÓ EL SUEÑO DE SARAH SCHLEPER EN PYEONGCHANG 2018… TODO POR UNA CAÍDA