No necesitó ganar Inglaterra, a la que ni siquiera le incomodó en exceso su empate sin goles contra Eslovenia, porque certificó su primera plaza del grupo C en la Eurocopa sin apenas sobresaltos, con todo el partido bajo su control, casi por inercia, pero a una distancia todavía inapropiada del nivel que despierta el nombre de sus futbolistas y su presunta condición de favorito, cada vez más en duda cada encuentro que pasa.
Lo mejor es la primera posición, que tomó todavía más dimensión, insospechada, a lo largo de la tarde. No sólo aportaba un emparejamiento más accesible en octavos de final, sino que lo incluía en la parte de abajo del cuadro. Por el otro lado, ya viajaban España, Alemania y Portugal de antemano. A ellas se unió Francia. Inglaterra las evita a todas hasta la final, siempre que sea capaz de ir superando etapas mientras crece en su rendimiento.
Si lo consigue… Porque aún sigue lejos del equipo que se presupone. Ni en la repetición sistemática y atractiva de Southgate por el frente ofensivo que suena imponente formado por Phil Foden, Jude Bellingham, Bukayo Saka y Harry Kane, titulares por tercera jornada consecutiva, ni en el cambio que introdujo en el medio, Gallagher por Alexander-Arnold, tampoco se encontró con todo lo que busca. No huyo de la decepción que aún le persigue.
A los 25 minutos, por ejemplo, su posesión era elocuente, un 73 por ciento, pero no había tirado, ni dentro ni fuera, más allá de un gol anulado en evidente fuera de juego. Hasta la media, con un tiro centrado de Kane a las manos de Oblak, fruto de una decisión personal, no de una jugada colectiva, lanzó por primera vez. Una falta de Foden, en el 34, fue la segunda. Nada más. Demasiado poco para la colección de estrellas a su servicio.
Eslovenia no tenía prisa
Eslovenia ni se inmutó. En su ritmo, el tiempo iba a favor. El empate era un resultado agradable, que lo propulsaba a octavos, más allá de toda su historia en una gran competición, fuera cual fuera, además, el marcador en el otro partido entre Serbia y Dinamarca. Era su colchón. Un condicionante que le permitía controlar los riesgos, con algún esporádico ataque, como el centro de Karnicnik que puso en vilo a Pickford.
Inédito en los dos primeros encuentros, de pronto, Southgate recurrió a Cole Palmer, el joven fenómeno del Manchester City que fichó por el Chelsea hace un año y que ha marcado 25 goles en esta temporada, pero, sobre todo, tiene algo especial cuando recibe el balón entre líneas, cuando da un pase, cuando divisa el espacio… Era llamativo que aún no hubiera dispuesto de ni un solo minuto en esta Eurocopa, con su rendimiento en el curso. Lo dio recorrido en el minuto 71, con algún desborde, con algún detalle, con algo más.
A las más ya de cuatro de horas competición, el técnico lo llamó y lo introdujo en el terreno para rebuscar una reacción, en el ritmo anodino en el que se mueve de lado a lado la frustración de Inglaterra. Parece un equipo sin alma, sin más recurso que intentarlo, aunque casi todo se quede en absolutamente nada, en muchos pases en zonas irrelevantes, en ninguna ocasión, en una nula ambición. El único tiro de Palmer fue demasiado flojo.
Antes, la volea de Declan Rice alteró unos instantes el sopor inglés. Fue fuera. Pero era algo. En los niveles tan decepcionantes en los que se mueve la vigente subcampeona de Europa, un remate ilumina un panorama completamente desolador, por más que aún se mantenga invencible, sea primera de grupo y divise el horizonte con la calma de no ver ni a Francia ni a España ni a Alemania ni a Portugal en su camino. Hasta la final; una parada imposible a este nivel.