El pretexto perfecto

Los Juegos Olímpicos de 1968 eran la gran prueba para México de que un país en vías de desarrollo podía organizar un evento de ese tamaño, por lo que no se podía permitir el ‘desorden social’
Manuel Sebreros Manuel Sebreros Publicado el
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La designación de México como sede de los Juegos Olímpicos de 1968 no dejó satisfecha a gran parte de los países participantes, cuando se dio a conocer, por lo que la presión que se vivía para que la organización resultara exitosa era grande y se incrementó cuando comenzaron los movimientos estudiantiles a unos días de la inauguración.

Las protestas de los jóvenes incrementaron el nerviosismo del gobierno mexicano, el cual tenía presión política y a la vez la necesidad de demostrar que un país del ‘tercer mundo’ era capaz de organizar sin problemas una justa deportiva.

Para Felipe Gaytán Alcalá, investigador de Sociología y Derechos Humanos de la Universidad La Salle, la cercanía de la inauguración de los Juegos Olímpicos no provocó la reacción represiva del gobierno mexicano contra los jóvenes, pero sí fue un factor que influyó para que se aceleraran las acciones del 2 de octubre.

“El tema del 68 es paradójico respecto de los Olímpicos del mismo año, no se encadenó directamente el tema de la represión, sí lo acelera porque es la imagen de México ante el mundo, y una matanza y un evento de la crisis política como estaba en ese momento hubiera sido complicado teniendo un evento de esa envergadura.

Fue una paradoja del Estado Mexicano haber reprimido a los jóvenes estudiantes y 10 días después destacar esa misma juventud

“En ese momento había una presión por la certeza de que se llevaran a cabo los Juegos Olímpicos. Es paradójico porque el 68 sí acelera la respuesta del Estado Mexicano al movimiento estudiantil pero no la desencadena. El Estado Mexicano, con Díaz Ordaz, imperaba la idea del orden, del respeto, de someterse y obedecer las leyes, era una idea cerrada”, señala el investigador.

La Ciudad de México le ganó la candidatura a urbes como Buenos Aires, Argentina, Detroit en Estados Unidos, y Lyon, Francia, y muchos que apoyaban a esos países exigieron hasta el último momento que se le quitara la sede a México, porque no estaban seguros de que tuviera la capacidad económica y de organización para tener éxito.

Sin embargo, los Juegos se llevaron a cabo, de hecho, la delegación nacional fue abanderada por el presidente Gustavo Díaz Ordaz el 3 de octubre. Ahora el temor era que el mundo supiera de los hechos de Tlatelolco, pero el control mediático evitó que la noticia tuviera amplia difusión.

El investigador de La Salle explica que fue una paradoja del Estado Mexicano haber reprimido a los jóvenes estudiantes y 10 días después destacar esa misma juventud en los atletas que participaron en los Juegos.

“Le sirvieron (los Juegos al gobierno) también para legitimarse al interior de una sociedad que pudo haber percibido de otra manera los movimientos sociales y el del 68”
Felipe Gaytán AlcaláInvestigador La Salle

“Es paradójico porque las Olimpiadas del 68 reivindica el tema de la juventud, quienes compiten son jóvenes, atletas que muestran su máximo esplendor de vigor, de juventud, y la inauguración se lleva en el Estadio Universitario de CU, es como una tragicomedia que se haya dado en ese sentido, que se haya dado una represión de los estudiantes y unos días después una inauguración como si no hubiera pasado nada, en esas mismas instalaciones que dieron origen al movimiento del 68”, expresa el especialista.

El país fuerte

Así como Brasil recibió los Juegos Olímpicos y el Mundial de Futbol, los dos eventos deportivos más importantes, con una diferencia de dos años, México fue el primero en tener la sede de ambos en un periodo muy corto.

Lo poco que se sabía de México en el extranjero lo hacían ver como un país del subdesarrollo con dificultades para cumplir con los encargos, por lo que era obligatorio que el primer compromiso, los Olímpicos, salieran bien ante el Mundial de 1970.

“México quería mostrar esta idea del desarrollo y del Milagro Mexicano, de que el país no solo estaba en vías de un desarrollo fuerte, tenaz y sólido, sino también mostrar al mundo de alguna manera que era un país conciliador, principalmente hacia afuera.

“México hace este tipo de juegos como una forma de presentarse ante el mundo, que no fue una concesión gratuita, se pagan unas cantidades, se negocia y por algo se dan este tipo de eventos”, añade Gaytán Alcalá.

“Este 2 de octubre conmemoramos 50 años de los sucesos de Tlatelolco, en términos de recordar una fecha fatídica, la cerrazón del Estado respecto a una generación de jóvenes”
Felipe Gaytán AlcaláInvestigador La Salle

El resultado de los Juegos Olímpicos fueron positivos para México, deportivamente obtuvo nueve medallas y como organizador le valió, junto a lo hecho en 1970, que para 1986 fuera otra vez sede de un Mundial como emergente, aunque siempre con la sombra de lo ocurrido 10 días antes del encendido de la llama olímpica.

México 68 se volvió un ícono de protesta

Los atletas Tommi Smith y John Carlos ganaron el oro y bronce en los 200 metros y al recibir la medalla en el podio llevaron un guante negro en la mano, para levantar el puño durante el himno nacional de Estados Unidos, en protesta por la falta de derechos a las personas afroamericanas, lo cual molestó al Comité Olímpico Internacional, pero que México defendió con esa idea de mostrarse como un país conciliador hacia afuera.

“Las Olimpiadas son el gran escenario donde se puede hacer una protesta o una señal que va a tener una caja de resonancia muy importante, el hecho sobre todo de los dos atletas afroamericanos que levantan el puño con el guante negro viene de las Panteras Negras en Estados Unidos y es la lucha por la reivindicación de sus derechos en una sociedad que se decía democrática pero era excluyente”, explica Felipe Gaytán.

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