La postergación de los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 aún es difícil de asimilar para los deportistas que asistirían a este evento, pero mientras algunos se lamentan, otros aprovechan el tiempo para mejorar sus cualidades, pues entienden que una crisis también representa la oportunidad de reinventarse.
Es el caso de Diego López Díaz, nadador paralímpico, quien ya cuenta con su lugar para estar en la capital de Japón, cuyo ánimo no ha bajado pese a la contingencia que detuvo al mundo, ya que para él primero está la salud antes de pensar en colgarse cualquier presea
“Sabemos que esto que está pasando es algo difícil de asimilar, porque al final estropea toda la preparación que tienes de años, pero seamos sinceros, la salud lo vale, vale esperar un poco más. Tal vez este tiempo nos ayude a mejorar mucho más y dar un rendimiento todavía mejor del que pudimos ofrecer este año”, explica el atleta a Reporte Índigo, vía telefónica.
Aunque este impedimento ha frenado su crecimiento de manera internacional, este no se compara con ‘las contracorrientes’ que Diego debió bracear para llegar hasta este punto, cuando a los 16 años tuvo que adaptarse a un nuevo tipo de vida.
“Yo comencé a nadar a los cuatro años. En esos momentos no tenía ninguna discapacidad, aparte de la natación practicaba futbol y otros deportes, pero a los ocho años tuve una operación del apéndice que me cambió la vida porque se me presentó lo que ahora es mi discapacidad, el Síndrome de Charcot Marie Tooth, que es una discapacidad crónica degenerativa que va avanzado a con el tiempo.
“Mi discapacidad comienza a avanzar muy fuerte a los 16 años, es ahí cuando ya tuve que usar sillas de ruedas para trasladarme, porque ya las fuerzas de las piernas no me daban para sostenerme, pero bueno, pese a eso no dejaba el deporte”, comenta el nadador.
Conforme la enfermedad avanzaba, las decepciones deportivas también aparecieron, al ser expulsado del equipo con el que entrenaba. No obstante, la lucha más fuerte en la adolescencia fue el desconocimiento social que en su ciudad natal (Xalapa) se tenía sobre deportes adaptados, ya que carecían de infraestructura y programas adecuados para él.
“Siempre lo he dicho, a mi ciudad le hace falta esa cultura que sí la tienen otros lados, porque en esos momentos no se sabía nada del deporte no convencional, no había ni un club o algo para fomentar el deporte no convencional.
“Fue antes de 2012 que encuentro un club donde yo podía entrenar y un profesor de ahí me vio, me dijo que nadaba bien y que intentara competir. Ese profesor fue muy sincero conmigo y me dijo que él tampoco sabía a dónde ir para competir, pero que encontraríamos las competencias necesarias para ir probando, y así fue, las encontramos, mismos torneos que me hicieron llegar a mi actual entrenador, Fernando Rafael Gutiérrez Vélez, y a la Ciudad de México”, recuerda.
Objetivos claros para Diego López
Una vez instalado en el Centro Paralímpico de la capital del país, Diego menciona que al ver los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 en televisión, su meta de ser medallista Olímpico nació. Si bien asistió a Río de 2016 no pudo concretar su meta, lo cual lo motivó aún más.
“Desde 2012 me plantee ese objetivo de ser un medallista Olímpico, y en 2016 pude asistir a Río, pero no pude lograr la medalla, más allá de desanimarme, me motivó el resultado que tuve en Río, porque me abrió las puertas de ver qué es lo que tengo que mejorar para subir al podio y aquí estoy nuevamente, a nada de luchar por esa medalla que tanto deseo”, asegura.
La constante entre los atletas es prometer una presea dorada, no así Diego López, quien resalta que no le interesa el metal, ya que lo único que quiere es darle alegría a México en la alberca.
“No sé de qué color sea la medalla que pueda ganar, eso es en lo que menos he pensado, porque para mí cualquier medalla que sea, bronce, plata, oro, tiene el mismo sentimiento, porque es el resultado del esfuerzo que hiciste”, exalta el ganador del Premio Nacional del Deporte 2019.