Macron, entre el triunfo y la migración

Durante la recién finalizada Copa del Mundo se vio al presidente francés celebrar efusivamente los goles de los galos
Indigo Staff Indigo Staff Publicado el
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Desde la Semifinal del Mundial Rusia 2018, que enfrentó a Bélgica y Francia, se vio a Emmanuel Macron, presidente francés, celebrar efusivamente los goles de lo galos como también lo hizo en la final que los coronó como Campeones del Mundo ante Croacia.

La celebración fuese normal y no extrañaría ni sorprendería ni a propios ni extraños de no ser por la política migratoria que ha adoptado el mandatario y cómo está conformada la selección actualmente.

Aunque históricamente, la selección de Francia ha reforzado su equipo con futbolistas inmigrantes o hijos de migrantes, que los ha hecho exitoso en los Mundiales desde el 98, el gobierno de Macron los persigue y los expulsa, a pesar de que trate de construir un imaginario de unidad nacional en medio de la alegría futbolera, tal cual como Jacques Chirac en 1998.

El doble discurso del primer mandatario francés, no sólo se vio en la Copa del Mundo, sino cuando le otorgó la ciudadanía a Mamoudou Gassama, un joven originario de Mali, después de que se viralizó un vídeo en el que salvaba la vida de un niño que estaba a punto de caer de un balcón.


Únicamente cuatro de los 23 futbolistas que consagraron campeones mundiales en Rusia son de padres nacidos en Francia, mientras que el resto que representa el 82 dos por ciento son originarios de otros países.

Uno de ellos es Kylian Mbappé, jugador que sobresale cada vez que la agrupación gala entra a la cancha. Su padre es oriundo de Camerún y su madre es de Argelia, aunque él nació en Francia.

Samuel Umtiti y Adil Rami son los pilares de la defensa sólida de Francia y provienen de Camerún y Marruecos, respectivamente. Los senegaleses Benjamín Mendy y Djibril Sidibe y el congoleño Presnel Kimpembe se suman a la primera línea.

Steva Mandanda también emigró a Francia cuando era adolescente. Este jugador es el portero suplente del equipo francés y nació en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo.

Otros jugadores que representaron a Francia en la Copa tienen antecedentes en Guinea, Mali o Angola entre otros países.

Pero la gente no olvida la persecución del gobierno francés hacia los inmigrantes, en especial a los originarios de: África y Medio Oriente, metiéndolos en centros de detención para migrantes en condiciones inhumanas, como en “La Jungla”, cerca de la frontera con Gran Bretaña, quitando sus carpas en las calles de París o deportándolos bajo el argumento de que representan una amenaza terrorista.

Desde meses atrás, el gobierno de Macron está preparando una ley que propone acelerar los procedimientos de deportación para quienes no consigan demostrar que son refugiados y de inmigrantes ilegales, con acuerdos con sus países de origen para su repatriación y también aumentando el periodo de retención administrativa hasta 90 días.

Incluso a principios de 2018, Macron estuvo el centro de inmigrantes de Calais, y se jactó de haber deportado inmigrantes y apoyó la represión policial contra los extranjeros, y les comentó a los policías: “No dejaré que ninguna persona caricaturice su trabajo”.

Tan sólo en 2017 fueron deportadas 26 mil personas de Francia. Además, durante el primer año de Macron aumentó 34 por ciento la cantidad de extranjeros rechazados en la frontera cuando trataban de ingresar a Francia.

Además, días atrás se supo el acuerdo entre Macron y la canciller alemana, Angela Merkel, para la política migratoria de la Unión Europea, en el cual proponen endurecer las medidas contra la inmigración en Europa, reforzando las fronteras exteriores de la UE e impedir que los inmigrantes puedan pedir asilo en distintos países, sino solamente en el país de entrada.

Macron, también aumentó el número de elementos del Frontex, la agencia comunitaria de militarización fronteriza, con el objetivo de lograr una “verdadera política de fronteras europeas”, basada en que fortalecer las medidas represivas es la solución para la inmigración que escapa del hambre, la miseria y las guerras imperialistas en sus países de origen.

Pero mientras tanto, el presidente francés celebró el triunfo de la selección nacional, tal cual como hizo Chirac en el 98, tratando de construir una imagen ilusoria de “unidad nacional”, la cual durará poco, ya que en los barrios de la periferia parisina los hijos de los inmigrantes continuarán siendo perseguidos por la policía o directamente deportados de sus fronteras.

Sin embargo, y a pesar de todo esto Macron celebró efusivamente los goles de futbolistas inmigrantes o de hijos de migrantes que hiciera que Francia no fuese bicampeón del Mundo.

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