El Atlético de Madrid venció 2-1 al Borussia Dortmund en la ida de los cuartos de final de la Champions League, en partido disputado en el estadio Metropolitano.
Un borrón que redujo la demostración del conjunto rojiblanco, que entró al partido como un torbellino. Advertido de la intensidad por la que se mueve su adversario, el grupo de Simeone fue más allá. Lo rebasó. Sin términos medios. No los admite jamás su fortaleza en casa. Ni mucho menos el horizonte de la vuelta en Alemania, a la que acudirá con una renta más corta de lo que mereció, seguramente; mucho menos prometedora, más inquietante.
En ebullición el estadio, una caldera a la altura de la dimensión de la ronda y la ambición que despierta en el rojiblanco cada lance en la anhelada Champions League, el Atlético también jugó a tope de revoluciones desde el primer instante, lanzado a por un triunfo que creía indispensable para ir con todas las garantías al compromiso del martes que viene.
Su presión devoró al principio al Dortmund. Lo desfiguró. Al minuto y medio, Morata ya irrumpió en el área. Al quinto, De Paul transformó el 1-0 entre la zozobra visitante. Kobel jugó un balón inapropiado, con un riesgo inasumible en su escenario tan potente, en una competición tan severa con cualquier detalle, con el más mínimo error. Maatsen completó la pifia, con un regalo que el campeón del mundo argentino aprovechó solo con el exterior de la derecha.
Más fuego para la olla a presión del Metropolitano, mientras Simeone, sonrisa de oreja a oreja, pedía calma a su equipo con los brazos. Un gol. Nada más. Un impulso. Kobel se repuso con una estirada propia de su nivel para repeler la espuela a gol de Witsel, instante después; igual que atrapó una chilena de Lino y sintió alivio con la intervención oportuna de Hummels cuando Griezmann ya había imaginado en su cabeza el 2-0 dentro del área.
No existió el Dortmund en todo el primer tramo. No lo dejó existir, realmente, el Atlético, concluyente en todos los registros del juego como sólo se le recuerda últimamente precisamente cuando recibió al Inter en los octavos de final, en aquella remontada apoteósica. Inconformista, expresivo, incontestable, vertiginoso también este miércoles.
Por el camino perdió a Lino para la vuelta, castigado con tarjeta amarilla antes de la media hora y fuera del Signal Iduna Park por el ciclo de tres amonestaciones. Antes de todo eso, agrandó la diferencia. Decía Simeone la víspera que necesitaba al mejor Griezmann, asistente magnífico para el brasileño, y que confiaba en Morata. Entre los tres construyeron el 2-0 en un instante clave, justo después de la primera señal ofensiva rival a la media hora.
Providencial Witsel para enmendar un error de De Paul, cuando el Dortmund se rebeló contra el panorama desalentador para él también surgió Oblak, ágil para lanzarse al suelo junto al poste ante el latigazo de Maatsen. También supone contener el Atlético cuando el duelo varió en algún momento, cuando se sintió exigido. El derechazo fuera de Sancho fue el siguiente aviso, justo antes del descanso, tan superiores como habían sido los locales.
Atlético sufrió en el segundo tiempo
No fue igual el segundo tiempo. Obtenida una buena ventaja, obligado el Dortmund, el partido fue otro. No necesitó el Atlético exponerse. Fullkrug probó de nuevo a Oblak. En el otro área, Molina provocó la parada de Kobel. La responsabilidad era del conjunto visitante, más centrado, más presente en el campo contrario, con Brandt ya sobre el terreno.
Alterado un tanto el guión, con la posesión en poder de los visitantes, el Atlético se adaptó bien. Sin riesgos, compacto, más planificado para el contragolpe, aguardó de qué eran capaces de Brandt, muy vigilado por Witsel, consciente del factor diferencial del media punta que este miércoles comenzó de suplente; Adeyemi, Sancho y compañía.
En otro partido, desde otra perspectiva más defensiva, también se manejó con soltura, hasta el 2-1. Antes entró Pablo Barrios por Morata. Subió a un Llorente imparable más arriba, aunque entonces el conjunto rojiblanco se distribuía en su campo, demasiado lejos del otro área y de Kobel, que pasó a inquieto espectador un rato, salvador de repente del 3-0 ante Lino que sí habría sido definitivo.
Porque, en el otro lado, el Dortmund sólo amagaba, sin irrumpir de verdad en el área, ofuscado ante el repliegue de los locales, con apenas un lanzamiento de falta directo de Brandt que añadir a las estadísticas de disparos, hasta que Haller aprovechó el único error, allá por el minuto 83, para rebajar la diferencia. Incluso, Byone Gittens estrelló un tiro en el larguero. También Brandt, con un cabezazo al travesaño. Dos avisos claros: las semifinales aún están lejos. Queda el desafío del Signal Iduna Park.