Se entiende que un Tribunal haya resuelto otorgar la libertad inmediata a Rafael Caro Quintero toda vez que el famoso narcotraficante no tuvo un debido proceso.

Se entiende que el gobierno mexicano esté haciendo hasta lo imposible para contentar al tío Sam para volver a encarcelar a Caro Quintero bajo cualquier pretexto.  

¿Cómo denominaría un jurista el “acto administrativo público, por medio del cual el Estado, faculta al particular,  para que administre y explote en su provecho, compartiendo o no utilidades con el Estado, en forma regular y continua, pero por tiempo determinado, bienes del dominio público mediante una ley preconcebida y un contrato formulado entre las partes”?

El jurista diría que dicho acto debe ser definido como una “CONCESIÓN”.

Aunque Enrique Peña Nieto tiene asegurados el 66 por ciento de los votos que harían falta en el Congreso para sacar adelante su reforma energética, está claro que la propuesta no cuenta con el mismo porcentaje de respaldo entre la ciudadanía de México.

Y no es porque Andrés Manuel López Obrador haya “engañado” a la mayoría de la población.

Sino más bien porque día tras día, desde 1938 hasta nuestros días, los priistas se encargaron de predicar, como si se tratara de un dogma de fe, que la participación de la iniciativa privada en la explotación petrolera era pecado mortal.

Si no hay otro titubeo de última hora, como el de la semana pasada, la reforma energética será presentada hoy en los Pinos y no el miércoles como lo anunció el coordinador de los diputados priistas Manlio Fabio Beltrones.

De aquí para adelante más le vale al presidente Enrique Peña Nieto y a su gabinete que Dios los agarre confesados, si es que no llegan a convencer a la mayoría de los mexicanos.

Para el presidente de Acción Nacional las manifestaciones callejeras no tienen nada que ver con la lucha democrática.

Obviamente Gustavo Madero nunca leyó el Plan de San Luis en el que su tío abuelo Francisco exhortó al pueblo de México, no solo a que saliera a la calle a manifestarse en contra del gobierno de Porfirio Díaz, sino para que se levantara en armas, en nombre de la democracia.