Si Alejandra Sota cree que una simple determinación de la secretaría de la Función Pública es suficiente para decir que fue una blanca paloma en el sexenio calderonista, se equivoca.
Ahí están los hechos. Ahí siguen estando las adjudicaciones de contratos que Alejandra Sota hizo a sus amigos, como también las grabaciones que dan cuenta de qué clase de persona es la exvocera presidencial.
Las evidencias son hechos, y contra los hechos no hay argumento que valga.
Autodesmentido
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