El próximo domingo se cumplirán dos años desde ese día, el día en que el futuro se volvió incierto para las familias de las 52 víctimas del atentado terrorista al Casino Royale.
El fuego consumió algo más que la materia, con él se fue una ciudad del “progreso” y de las “oportunidades”, el Monterrey del imaginario, el que ya no existe.
Porque aunque muchos todavía se nieguen a aceptarlo, después de ese 25 de agosto la sociedad regiomontana quedó desnuda, descubriéndose a sí misma como una gran permisiva de aquello que juzgaban tanto: el narcotráfico.
Indira Kempis