Tenía ocho años cuando me inventé mi primer trabajo e hice la primera compra de mi vida. Una bicicleta.
Mis padres no tenían dinero para darme ese regalo. Impaciente, no quise esperar y le dije a mi madre que me ayudara a montar una mesa de dulces. Con el paso de un año, las ganancias del changarro se convirtieron en el sueño material que comparten muchos niños. “Quiero esa”.
Siempre habrá un momento para acordarme de esa anécdota cada vez que escucho la palabra bicicleta.
Indira Kempis