La memoria nos devuelve las mejores imágenes de Ricardo Elizondo.
Su carácter alegre, su sarcasmo, sus ganas de hacer todo lo propuesto y su inmensa responsabilidad ante lo que consideraba un deber: rescatar a los suyos, conservar la voz de sus abuelos, admirar los paisajes agrestes del desierto del noreste, encumbrar a los humildes huizaches y hablar como se debe, “aunque me digan ranchero”, decía.
Norma Garza