Porfirio Muñoz Ledo habla sentado. Los brazos en reposo, el cabello revuelto, la luz en el lado izquierdo de su cara.
Sus 81 años, la salud que le ha puesto largas pruebas en los últimos meses, no le impiden alzar la voz ni golpear la mesa cuando un recuerdo le molesta.
Sus uñas perfectamente cortadas, su corbata roja impecable, remiten a los archivos fotográficos de la democracia mexicana.
Peniley Ramírez