Negocios disfrazados como salas de masajes para la práctica de la prostitución se suman al deterioro y la decadencia en la que se encuentra el primer cuadro de Monterrey.
Estos negocios a plena luz del día son parte del “paisaje visual” del centro de la ciudad, además de propiedades en abandono que sirven de guaridas, calles con basura y escombro.
Sin un control sanitario, estas casas de masajes operan con toda impunidad ofreciendo un servicio “especial” para sus clientes, pues las mujeres prometen “un trato de novia con final feliz”.
Jesús Padilla