La autonomía constitucional que se le otorga al Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel), el nuevo “súper” regulador, podría ocasionar una desmembración de las políticas públicas.
Sobre todo porque la reforma de Telecomunicaciones le otorga poderes especiales para ordenar mercados y fomentar competencia.
Pero sobre todo, en la iniciativa no se explican las razones para haber tomado una medida tan extrema.
De ahí que deberá analizarse con lupa el poderío del nuevo órgano regulador.
Georgina Howard